Empezaré
aclarando que yo no salgo de mi cueva si no es porque algo me ha
interesado realmente, aunque es probable que eso los escasos lectores
de este blog ya lo sepan. Fue lo que me ocurrió cuando leí
Respiración artificial
y Las armas secretas.
En cambio, también puede suceder que un texto me disguste tanto que
sienta la necesidad de explayarme en su contra, como me pasó con
Abbadón el exterminador.
Dicho esto, espero despertar algún interés en el lector al decir que he encontrado un texto de un autor joven que es de lo mejor que jamás he leído, por lo difícil que es desenmascarar sus verdaderas intenciones y porque confiere una fuerza nueva a algunos planteamientos que, de un tiempo a esta parte, ya venían aburriendo. Pronto, espero, ese texto será conocido por todos.
Dicho esto, espero despertar algún interés en el lector al decir que he encontrado un texto de un autor joven que es de lo mejor que jamás he leído, por lo difícil que es desenmascarar sus verdaderas intenciones y porque confiere una fuerza nueva a algunos planteamientos que, de un tiempo a esta parte, ya venían aburriendo. Pronto, espero, ese texto será conocido por todos.
Hablo
de El Matadero, de
Esteban Echeverría, relato contenido en su libro Cuentos
póstumos, publicado por Anagrama y lanzado a
la vez en Argentina y en España en diciembre de dos mil doce. El
libro, como quizás algún lector ya sepa, está dedicado al
ejercicio de imaginar una serie de personajes que jamás existieron y
a ubicarlos en diferentes contextos históricos. Todos los relatos
tienen algún interés, pero me centraré en El
Matadero ya que —al
estar ambientado en el país de origen de Echeverría—
presenta de base una doble lectura: la que cualquiera puede ver y la
que refiere a la realidad argentina. Y con doble quiero decir, claro,
cuádruple.
Para
analizar el relato haré un recorrido a través de los puntos del
mismo que me ha parecido que sostienen el mayor peso, aunque todos
éstos se entremezclen continuamente a lo largo del texto y no se
puedan separar con exactitud. Sin embargo, a través de esta crítica
fragmentaria espero lograr que el lector conforme su propia visión
de El matadero, sin
importar si ésta coincide o no con la que yo le presento.
1. El gran relato de la
historia argentina / occidental.
El
matadero se
sitúa temporalmente en los albores de la independencia argentina
(aquellos tiempos en que el país aún estaba conformando su propia
idiosincrasia) y en líneas generales podemos decir que intenta poner
en evidencia los procesos que fueron constituyendo el país y
asimilándolo a las naciones europeas, es decir, introduciendo su
historia en el cauce de la hegemonía que hasta hoy impera y
trayéndola
hasta la actualidad. Entonces, por una parte encontramos la
concepción de la Argentina como una nación represora, es decir,
moderna, donde se han repetido ciertos procesos de lucha que podemos
hallar en los albores de cualquier nación occidental (aunque con sus
particularidades, claro). Pero también podemos entender, si nos
remitimos a la era premoderna,
la Argentina como un lugar que ha sido asimilado
por el aparato homogeneizador y etnocentrista de la civilización
europea. Ésta faceta de la subalternidad aparece en el relato
representada por las negras achuradoras.
Sin
embargo esto no es más que un punto de partida, pues la finalidad de
El
matadero
es que el lector comprenda que su situación actual es la
consecuencia lógica de esas tensiones y que tome conciencia de que,
realmente, no importa si ganaron los unitarios o los federales: que
descubra que lo que realmente se formaba en aquellos años era la
nación moderna, el verdadero enemigo de todo individuo, y no sólo
un gobierno de una u otra ideología. De hecho, el texto presenta a
rosistas y a unitarios como dos máscaras de la misma realidad: por
un lado, la violencia del poder central. Por el otro, la impotencia
del individuo ante el discurso del Poder y ante
la Ley.
Y quede claro que en vez de rosistas y unitarios podemos decir
socialistas y populares, demócratas y republicanos o, lo más
interesante, peronistas y radicales.
Esto entronca directamente
con una pregunta que probablemente sea inevitable al leer este
estudio: ¿es El matadero un texto posmoderno? Para mí, la
respuesta es clara. Sin embargo, dedicaré un punto a esa cuestión,
aunque seré breve, primero porque prefiero que cada lector saque sus
propias conclusiones, segundo porque no hay un decálogo de
características que hagan que uno pueda decir con seguridad si un
texto es o no posmoderno, y tercero porque el tema, en realidad,
importa bastante poco y prefiero dilapidarlo rápidamente. Ahí va.
2. El matadero:
¿un texto posmoderno?
En
mi opinión, El matadero
no
es posmoderno. Pero soy consciente de que si he de aclarar esto es
por algo. Por eso, sí diré que el texto utiliza algunos
procedimientos que podrían hacerlo pasar por tal, asemejándose en
esto a la escritura de Rodrigo Fresán, a quien el tal Echeverría de
seguro ha leído y tal vez incluso conoce personalmente. Ahora,
pasaré a enumerar las razones por las que pienso que no
es posmoderno:
→ No es un texto
autónomo, es decir, refiere a una realidad externa. Histórica, por
si fuera poco. Además, en mi estudio plantearé la idea de que lo
que de verdad busca Echeverría es remitir a la actualidad. Y eso me
lleva al siguiente punto.
→
El
matadero
trata de cambiar la realidad. Por supuesto, no creo que lo que
pretenda sea que el lector se eche a la calle a manifestarse ni nada
por el estilo, sino sólo producir
un distanciamiento
a
partir del cual nosotros seamos repentinamente conscientes de lo que
se oculta bajo las realidades discursivas que nos rodean. Es decir,
busca una iluminación
profana.
Y ésa es una idea de Benjamin. Y Benjamin era marxista. Y... ¿qué
hay menos posmoderno que el marxismo?
→ No hay ni una sola
referencia a la cultura de masas.
→ Todas las anteriores.
Pregunta:
entonces, ¿por qué le has puesto ese nombre a tu estudio?
Respuesta: y yo qué sé, dejadme en paz, es un nombre llamativo,
¿no? Además, digo posmodernidad.
Y posmodernidad,
lo
que es posmodernidad,
haberla,
hayla.
3. La hipótesis.
Llegados
hasta aquí, creo que ya podemos formular una hipótesis acerca de El
matadero, y será la
siguiente: con este cuento, Esteban Echeverría ha intentado rastrear
los orígenes del aparato represor del estado. Para ello, lo ha
puesto en relación con las ideas de verdad y autoridad absoluta con
que la iglesia gobernó durante siglos, entendiendo de
alguna manera
al estado como un heredero del poder eclesiástico o, mejor dicho, al
estado como una consecuencia inevitable de la hegemonía religiosa.
Así, rastreará las figuras del Juez y del Otro en la Argentina de
183..., entre otras, y formulará una crítica al peronismo que
durante décadas se ha mantenido a la cabeza de ese país de forma
absolutamente indiscutible. También: pondrá de manifiesto que no
existe una equivalencia entre el discurso del Poder y su praxis, y
hará referencias veladas a cómo la cultura de masas ha ayudado a la
manipulación del imaginario popular y a la construcción de una
verdad que obedece a los intereses de aquellos que detentan el Poder.
Para ello, utilizará una interesante y novedosa estrategia
consistente en situarse en una época remota y distanciar al lector
mediante la técnica de hacer obvio que el texto no podría de ningún
modo ser de la época que se supone que pretende que creamos que es.
De esta manera, el lector trasladará lo que está leyendo a la
actualidad y lo comprenderá como una causa lejana de la misma,
ampliando así su capacidad para entender el mundo que lo rodea y las
fuerzas invisibles que actúan sobre él.
En lo que sigue, para no
aburrir (más) citaré literalmente fragmentos del texto y
simplemente iré haciendo comentarios cuando me parezca pertinente.
Por eso algunos párrafos aparecerán repetidos, pero creo que es
algo que vale la pena a cambio de facilitar la lectura. Para empezar:
En
aquel tiempo los carniceros degolladores del matadero eran los
apóstoles que propagaban
a verga y puñal la federación rosina, y no es difícil imaginarse
qué federación saldría de sus cabezas y cuchillas.
La
mención de los apóstoles no es vana, y su intención en este
párrafo aparece totalmente explicitada cuando dice que no
es difícil imaginarse qué federación saldría de sus cabezas y
cuchillas:
habla del sistema global actual, de cómo se gestó.
Tal
vez, en la elección de la federación rosina
Echeverría halló un método preciso de referirse al kirchnerismo
mediante la evocación a la que el color rosado nos obliga. Sin
embargo, no me atrevería a afirmar tajantemente nada a este
respecto.
4. La iglesia y el
estado.
A
pesar de que la mía es historia, no la empezaré por el arca de Noé
y la genealogía de sus ascendientes...
El
texto comienza de manera reveladora: con una mención al arca de Noé
y la Biblia a través de la que Echeverría critica y desintegra el
tono religioso que los escritores han utilizado históricamente, es
decir, un tono de verdad absoluta, y propone a cambio una duda
razonable de la posibilidad de que exista una verdad al desvincularse
de la Biblia, que funciona aquí como metáfora de la disciplina
filosófica occidental que llamamos metafísica. Así, comienza con
un acercamiento al nihilismo y a la idea de que los valores son
construidos, lo cual ya propone una cierta relativización, pero
incompleta, que nos lleva claramente a pensar en Nietzsche, de quien
me atrevería a afirmar que Echeverría probablemente sea un lector
minucioso. Más adelante, otros razonamientos fundamentarán esta
opinión.
...porque
la iglesia, adoptando el precepto de Epicteto, sustine, abstine
(sufre, abstente)...
En
esta frase pone en relación directa a la iglesia con la civilización
occidental que —según
Nietzsche—
funda sus aberraciones en los discursos de los filósofos griegos.
Más adelante, escribe:
Y
como la iglesia tiene ab initio y por delegación directa de Dios el
imperio inmaterial sobre las conciencias y estómagos...
Otra
vez la parodia de la Verdad absoluta cuyo poder la iglesia ha
disfrutado a lo largo de la historia. Además, hay un sutil e
interesante uso de la palabra imperio
y, lo más interesante,
trae a colación cómo el discurso del Poder eclesiástico ha
legislado históricamente no sólo sobre las instancias de la
realidad que solemos dar por sentadas sino
también sobre el cuerpo humano, lo cual aporta al texto un eco de la
reflexión sobre el género que atraviesa diametralmente el panorama
intelectual de la actualidad. En esa misma
frase, añade:
...nada
más justo y racional que vede lo malo.
“Lo
malo”. Esa expresión chirría en cualquier creador de nuestros
días del que se espere la más mínima profundidad intelectual; y
uno la puede esperar de Echeverría, si no por el resto de relatos de
Cuentos póstumos (que
tal vez no haya leído), sí al menos por todas las referencias de
éste a los grandes pensadores de la historia occidental. Referencias
que, además, no son citas en ningún caso, porque citar sería traer
al campo de batalla a Nietzsche o Foucault, cuando lo que Echeverría
quiere es aniquilar ese individualismo propio de la modernidad y esa
figura que es el genio2,
tan relacionada con la del héroe que, como luego veremos, también
es criticada en El
matadero. Algo más
adelante, además, hablará de los
buenos federales.
Los
abastecedores, por otra parte, buenos federales, y por lo mismo
buenos católicos, sabiendo que el pueblo de Buenos Aires atesora una
docilidad singular para someterse a toda especie de mandamiento, sólo
traen en días cuaresmales al matadero, los novillos necesarios para
el sustento de los niños y de los enfermos dispensados de la
abstinencia por la Bula...
Para
empezar, la palabra mandamiento
es crucial aquí.
Además, este párrafo nos habla otra vez de la fuerte unión entre
el estado y la iglesia, y muestra cómo el Poder estatal ha utilizado
históricamente los discursos eclesiásticos para justificar acciones
que en realidad buscaban un beneficio oculto. Por otra parte, también
encontramos en él un ataque a los valores católicos que tan
arraigados siguen estando en la sociedad argentina.
Parecía
el amago de un nuevo diluvio...
y en adelante.
Hallamos en este asunto del
diluvio (aparentemente innecesario) una alusión a la muerte de Dios,
que en el tiempo actual ya no devuelve ante las atrocidades que
cometemos los seres humanos más que silencio. De este modo,
Echeverría vuelve a homenajear a Nietzsche, quien intuyo es en su
opinión el verdadero padre de la posmodernidad y el único que
realmente planteó un discurso riguroso y productivo, o al menos el
que lo hizo con más acierto. Aunque tal vez la única razón por la
que yo leo esto así es porque ésa es mi opinión. Más adelante
veremos otra función de la lluvia en el relato.
La
justicia del Dios de la Federación os declarará malditos.
“El
Dios de la Federación”. La iglesia y el Poder central ya conviven
en una misma entidad que, además, se liga subrepticiamente con las
instancias de la justicia, tema de enorme interés que trataremos más
adelante.
¡Cosa
extraña que haya estómagos privilegiados y estómagos sujetos a
leyes inviolables y que la iglesia tenga la llave de los estómagos!
Si
encontrásemos esta exclamación en un discurso de 184... pensaríamos
inmediatamente que nos hallamos ante un autor populista que busca
meterse al lector en el bolsillo. Al ser evidente que ésa no puede
ser su intención, en un texto del siglo XXI nos vemos obligados a
volver al tema de la iglesia y el estado; un estado cuyas verdades se
sustentan en leyes
inviolables y se reciben
de forma acrítica como si viniesen legitimadas a
priori por una instancia
divina. Añadiré de nuevo la mención obligada a las cuestiones del
género, ya que habla de la
llave de los estómagos,
órgano que, por cierto, ha sido tradicionalmente ligado a la parte
concupiscente del ser humano y a nuestros deseos “más bajos”.
...el
caso es reducir al hombre a una máquina cuyo móvil principal no sea
su voluntad sino la de la iglesia y el gobierno.
Por
fin, la unión que se venía prefigurando aparece clara. Aquí
comienza a ser obvio de alguna manera que este texto no podría haber
sido escrito en 184..., ya que habla del hombre como máquina,
un tópico que no se pondrá de moda hasta el siglo XX, momento de
máximo esplendor del capitalismo durante el que Chaplin escribe
Tiempos
modernos
(1936).
...la
Federación estaba en todas partes, hasta entre las inmundicias del
matadero y no había fiesta sin Restaurador como no hay sermón sin
Agustín.
Aquí
añade cómo el Poder va inmiscuyéndose de manera inexorable en la
intimidad.
Es
de creer que el Restaurador tuviese permiso especial de su
Ilustrísima para no abstenerse de carne, porque siendo tan buen
observador de las leyes, tan buen católico y tan acérrimo protector
de la religión, no hubiera dado mal ejemplo aceptando semejante
regalo en día santo.
Ataca
de nuevo a la no equivalencia entre el discurso del Poder y su
praxis.
5. Las voces.
En
fin, la escena que se representaba en el matadero era para vista, no
para escrita.
Como
ya he dicho, más tarde argumentaré por qué El matadero
contiene en sí mismo algunos dispositivos para evitar que el lector
cometa el error de comprenderlo como un cuadro de costumbres o como
un relato que pretende imitar el discurso del siglo XVIII. Por ahora,
debo pedir alguna credulidad a mis lectores para dar por hecho que
eso es así. Con esta base podemos comprender la frase de
arriba —tal
vez la que más ha dado de qué hablar entre la gente que conozco que
ha leído el texto—
como una incapacidad inherente al discurso para narrar el horror, o
siquiera la realidad misma. En un tiempo en que se nos bombardea
constantemente con información que se presupone objetiva, Echeverría
prefiere guardar silencio ante lo realmente importante. Y eso no deja
de ser una forma de crítica al sistema y a la “sociedad de la
información” similar a la que utiliza Piglia en Respiración
artificial cuando decide callar
ante la muerte que, en el fondo, es lo que él desea relatar. Así,
El matadero halla uno
de sus puntos álgidos en esa frase que empuja al lector atento que
ha llegado a comprender esto a vivir en su realidad inmediata, a
renegar y a desconfiar de todo discurso que intente narrarle hechos
que escapan a su experiencia, y sobre todo si lo hace con pretensión
de verdad. Así, El matadero
consigue contarnos sin contar, a través del silencio; evitando la
precesión de los simulacros que hoy en día acompaña a toda
experiencia, incluso a la de la ficción.
Tengo
muchas razones para no seguir ese ejemplo, las que callo por no ser
difuso.
Encontramos
esta frase al comienzo del relato, después de aquella que hablaba
del arca de Noé y que antes analizamos. Aquí el autor, descreído
de todo discurso, nos dice que él no nos va a largar un ditirambo
moralizador o siquiera ensayístico, no, sino que seremos nosotros
quienes tendremos que buscar las pistas que nos revelen nuestra
propia verdad, es decir, lo que nosotros seamos capaces de entender
del texto, independientemente de si nuestra interpretación es o no
igual a la suya. Así, incide en la idea de lector activo del que se
habla en La hora del lector,
de José María Castellet, y nos recuerda de nuevo a la iluminación
profana de la que hablaba
Benjamin.
Oíanse
a menudo, a pesar del veto del Restaurador y de la santidad del día,
palabras inmundas y obscenas, vociferaciones preñadas de todo el
cinismo bestial que caracteriza a la chusma de nuestros mataderos,
con las cuales no quiero
regalar a los lectores.
He aquí uno de los
ejes clave de la literatura argentina de todos los tiempos: la
tensión entre escritura y oralidad. En esta escena, a pesar de la
ley eclesiástica y de la ley del Restaurador, las “vociferaciones”
(las voces) de la chusma de los mataderos, es decir, de los
silenciados, de los otros, se alzan, pero el escritor no las
reproduce. En un gesto genial que se alinea con la respuesta de
Gayatri Spivak a su pregunta: ¿puede hablar el subalterno? a
la que la intelectual india responde “no”, Echeverría decide
mostrar que la palabra hablada es incapaz de imponerse sobre la
escrita; que ésta sólo refleja el discurso de los poderosos.
Ahora, abriré otro
apartado para hablar de cómo la voz puede lograr incidir en la
realidad a través del mecanismo que la sociedad occidental ha creado
para ello: la ley.
6. Ante la Ley.
La
primera vez que este asunto aparece en El matadero
es cuando se nos cuenta lo que el Restaurador decidió hacer para
abastecer de carne a los habitantes de Buenos Aires:
...tomó
activas providencias, desparramó sus esbirros por la población, y
por último, bien informado, promulgó un decreto tranquilizador...
Aquí
hay varios puntos de interés. El primero, que el Restaurador manda a
la policía a la ciudad para velar por su palabra, es decir por su
decreto tranquilizador.
Todo esto lo hace bien informado,
porque la información es una aliada del Poder y (como ya hemos
demostrado con sobrados argumentos) enemiga del individuo, ya que
depende mucho más del lugar de enunciación que del contenido: sólo
aquél que tiene voz puede manipular la información a su voluntad.
-Silencio
-dijo el juez-... (de
cuando le plantan ante el juez).
-Silencio
y sentarse exclamó el juez, dejándose caer sobre su sillón. Todos
obedecieron, mientras el joven, de pie, encarando al juez, exclamó
con voz preñada de indignación:
-Infames
sayones, ¿qué intentan hacer de mí?
En
estos dos pasajes se nos muestra al individuo ante la Ley, enfrentado
a ella, y en ambos el juez empieza por pedir silencio, es decir, por
acallar las otras voces, por apropiarse
del lugar de enunciación. Además, hay que tener en cuenta que en
ambos casos su voz se convierte de inmediato en realidad, como cuando
dice
Apenas
articuló esto el juez, cuatro sayones, … (de
antes de que lo intenten violar).
Ahí
se ve claro el enorme poder que tiene el juez: su verdad discursiva
se convierte en verdad de la experiencia. El unitario es el individuo
enfrentado al Poder (aunque, como luego veremos, su condición
ideológica es totalmente irrelevante): es el que va a la
contra. Por supuesto, ya sabemos
cómo termina. Así es como la violencia se presenta como fuerza no
discursiva que es capaz de legitimar el Poder. La sociedad moderna
acalla y aplasta al individuo en esta escena que nos remite de manera
inevitable a El proceso,
de Kafka, obra que creo que no hace falta resumir. Los paralelismos
son evidentes.
De este modo, el desenlace
es el único posible: el unitario al final revienta, es decir, el
individuo es aplastado. Sin embargo, Echeverría lleva a cabo esta
ejecución de forma totalmente paródica para evitar una posible
mitificación del unitario; luego hablaré de eso.
En el caso contrario, un
individuo que se somete al Poder obtiene a cambio que la fuerza de la
justicia lo ignore en algunas ocasiones, es decir, impunidad.
Se ve en:
...que el señor
juez tuvo a bien hacer ojo lerdo.
Frase que hallamos
cuando se decide que el toro se va a dar de comer a la población. El
individuo sometido obtiene algunas pequeñas concesiones que, si lo
pensamos bien, también disfrutaría si no existiese la ley.
-¿Por
qué no traes divisa?.
-Porque
no quiero.
-¿No
sabes que lo manda el Restaurador?
-La
librea es para vosotros, esclavos, no para los hombres libres.
-A
los libres se les hace llevar a la fuerza.
-Sí,
la fuerza y la violencia bestial. Esas son vuestras armas, infames.
El lobo, el tigre, la pantera también son fuertes como vosotros.
Deberíais andar como ellos en cuatro patas.
(El subrayado es
mío).
En una primera lectura este
párrafo me chocó por la claridad con que se nos presentan las
propuestas del autor. Después, lo pensé de manera más minuciosa y
llegué a la conclusión de que lo que Echeverría pretende es
parodiar al unitario para que ningún lector posible pueda
identificarlo con un héroe y para ello se sirve, sobre todo, de la
frase subrayada. Lo que Echeverría intenta decirnos es que lo
interesante es la figura del individuo que se opone al Poder, sin
importar que éste sea ese unitario o anarquista o mormón. Además,
también hay un juego paródico con el tono maniqueo tan vigente en
la era moderna que, como ya dije al principio, heredamos del discurso
religioso-metafísico.
7. La verosimilitud.
Probablemente,
una de las propuestas que más hayan chocado al lector de todas las
que he planteado es la de que Echeverría haya escrito un texto con
una precisión excelente —y
no carente en absoluto de trabajo—
precisamente para que el lector pueda darse cuenta de que no es más
que una ficción. Me explicaré.
La
enorme diferencia que distancia a Echeverría de un escritor realista
es que él escribe con la conciencia de estar creando un simulacro,
es decir, escribe
para ser descubierto,
para que el lector se dé cuenta de repente de que todo eso no es más
que una patraña, se abstraiga, y llegue así a pensar en la
verdadera dimensión del cuento (expuesta en 3.
La hipótesis).
Para lograr este efecto se sirve de algunas estrategias que se verán
claras en los ejemplos que siguen.
El
matadero de la Convalecencia o del Alto, sito en las quintas al sud
de la ciudad, es ... (sigue
una detallada descripción del matadero).
Si uno investiga un poco
descubre de inmediato que, efectivamente, El matadero de la
Convalecencia existió, que Echeverría ha utilizado un lugar real
para ubicar su ficción. Por eso, si jugamos a imaginar que el cuento
pertenece al siglo XVIII, y teniendo en cuenta que la difusión de
los textos de la época no era tan grande como la de hoy y que éste
en concreto buscaría —si, repito, hubiese sido escrito en 183...—
provocar una reacción en los lectores argentinos, la descripción
del matadero sería, obviamente, innecesaria, ya que todos lo
conocerían a la perfección. Entonces, esto es un ejercicio de
desautomatismo que pretende que el lector se dé cuenta de que
realmente a quien le hablan es a él. Pero no sólo eso. Justo antes
de ese párrafo leemos:
Pero
para que el lector pueda percibirlo a un golpe de ojo, preciso es
hacer un croquis de la localidad.
¡El
lector aparece nombrado explícitamente! Como diciendo eh,
tú. Sí, te hablo a ti, no pienses que esto es sólo una historia
inocente. (No hay historias inocentes).
A la vez, por supuesto, tiene la función de que el lector actual
pueda comprender cómo era aquello, pero
ésta es claramente subsidiaria a la otra.
Llamaban
ellos salvaje unitario, conforme a la jerga inventada por el
Restaurador,
patrón de la cofradía, a todo el que no era degollador, carnicero,
ni salvaje, ni ladrón; a todo hombre decente y de corazón bien
puesto, a todo patriota ilustrado amigo de las luces y de la
libertad; y por el suceso anterior puede verse a las claras que el
foco de la federación estaba en el matadero.
(Y
todos los fragmentos en los que elogia al unitario de forma
unilateral y acrítica).
Dado
que es obvio que ningún escritor de hoy —creo/espero— puede
hablar de una ideología de forma tan obviamente parcial, el lector
no puede evitar que le asalte la idea de que todo esto es una broma
enorme y en realidad lo que se pretende es parodiar también al
unitario, y máxime cuando el Restaurador lo es “de las leyes”,
es decir, que el sueño civilizador en realidad sí
se está cumpliendo y que si los unitarios fuesen los que mandan la
violencia del Poder se ejercería exactamente igual. Lo que aquí
saca a relucir Echeverría es la conformación de estado moderno,
centralista y opresor, y no las particularidades de una u otra
ideología, ya que el discurso para él no es más que una manera de
ocultar las verdaderas intenciones del Poder sin importar su
contenido. Así, lo que Echeverría critica —o, más bien, estudia—
es la construcción del héroe, la del villano, el desequilibrio
entre discurso y Poder, etc., y no las tensiones que han ayudado a
fundar esas categorías.
Hay muchos otros párrafos
en los que podemos encontrar esta intención, pero es tan fácil
hacerlo que no me dedicaré a copiarlos aquí: como Echeverría,
presupondré un lector activo.
...por
cuyo motivo ellos la proclamaron entusiasmados patrona del matadero,
estampando su nombre en las paredes de la casilla donde se estará
hasta que lo borre la mano del tiempo.
Aunque
aún no hemos hablado de esto, cuando veamos el paralelismo que
existe entre la figura de Evita Perón y la patrona del matadero
veremos claramente el llamamiento al lector argentino mediante la
ironía: hasta
que lo borre la mano del tiempo.
Como diciendo: estamos
en 2012 y aún no lo ha borrado... ya va siendo hora de añadir otra
mano, ¿no? Enlazaré
directamente con esta cuestión para que se vea claro a qué me
refiero.
8. El peronismo.
Probablemente
el mayor miedo que acechaba a Echeverría mientras escribía este
relato
era el de que se malinterpretase y se entendiese como una crítica al
peronismo. El
matadero,
muy lejos de eso, no tiene la intención de atacar a ninguna figura
política (pues sería sumamente contradictorio con sus
planteamientos), sino de evidenciar
(ni siquiera criticar)
los mecanismos de construcción de ciertos sistemas que, en el
peronismo, se reflejan
mejor que en ningún otro. El peronismo entendido no como culpable de
nada, sino como un ejemplo genial.
El primer mecanismo al que
ataca es el de la construcción de la figura del héroe, y por lo
tanto a la del villano. Como a la vez desea mostrar que el sistema
actual no es más que una perpetuación de aquél que se supone que
quedó atrás, una figura que debe interesarle por fuerza es la de
“doña Encarnación”/”Evita”/”Cristina K.”, en tanto son
perfectos ejemplos de heroínas construidas. Aparte del último
párrafo que cité, muy revelador, tenemos otros que hablan de esto.
Pero
algunos lectores no sabrán que la tal heroína es la difunta esposa
del Restaurador, patrona muy querida de los carniceros quienes, ya
muerta, la veneraban como viva por sus virtudes cristianas y su
federal heroísmo en la revolución contra Balcarce.
Poco
hay que decir. Creo que es imposible que cualquiera que conozca
mínimamente la historia de los Perón pueda ignorar el paralelismo.
Si añadiré, sin embargo, que Echeverría no ha inventado a este
personaje: existió. Simplemente, quiere evidenciar que las
estructuras subyacentes no han cambiado. Lo que importa no es la
anécdota, sino lo que podemos deducir de ella. Y digo que no han
cambiado en el fondo, cuidado, porque en la superficie sí:
Echeverría no plantea ninguna forma de estatismo histórico. Lo
vemos en:
Quizá
llegue el día en que sea prohibido respirar aire libre, pasearse y
hasta conversar con un amigo, sin permiso de autoridad competente.
Por
ejemplo. Esta frase cobra un gran interés enunciada desde
el s. XVII hacia
hoy, porque obliga al lector a preguntarse si ese vaticinio no se ha
hecho ya realidad e introduce el tiempo histórico en la narración.
Sigamos:
Se
hablaba ya, como de cosa resuelta, de una procesión en que debía ir
toda la población descalza y a cráneo descubierto, acompañando al
Altísimo, llevado bajo palio por el Obispo, hasta la barranca de
Balcarce, donde millares de
voces, conjurando al demonio unitario de la inundación, debían
implorar la misericordia divina.
Cualquiera
que haya visto o siquiera oído hablar de lo que ocurrió en la Plaza
de Mayo (donde se ubica la Casa Rosada) cuando murió Néstor
Kirchner no puede evitar evocar
la referencia de este párrafo. “El Altísimo” es una expresión
que ironiza sobre la canonización de la figura de Kirchner. Como
añadido para quien no lo sepa: el día que se lloró a Néstor, en
Buenos Aires estaba lloviendo.
A continuación hablaremos
de las figuras mitificadas en el cuento, pero antes debemos
referirnos al espacio en el que se mitifican.
9. El espectáculo.
El
espectáculo en el cuento se halla representado por el episodio del
toro y después por el del unitario.
Los
dicharachos, las exclamaciones chistosas y obscenas rodaban de boca
en boca y, cada cual hacía alarde espontáneamente de su ingenio y
de su agudeza excitado por el espectáculo o picado por el aguijón
de alguna lengua locuaz.
-Hi de p... en
el toro.
Éste
es el principio de una crítica ácida a la sociedad del espectáculo.
Por las razones que ya hemos visto, debemos intentar trasladar todo
lo que veamos en el cuento a la realidad de nuestra época. Entonces
la palabra espectáculo
adquiere una enorme relevancia. A la vez que vemos cómo comienza
este modelo de sociedad, aquí aparecen las primeras muestras leves
de violencia que prefiguran lo que vendrá después. Una voz,
amparada en el anonimato que el espectáculo concede, insulta al
toro, que es el primer villano. El unitario es el segundo. Pienso en
el caso de Madeleine McCann, la niña que desapareció (“una de
las”). También podríamos hablar de ETA o los tuaregs argelinos o
malienses a los que se trata de terroristas en los medios de
comunicación. Y que conste que ni Echeverría ni yo defendemos a
esos individuos, pero tampoco los condenamos: somos conscientes de
nuestra falta de información. Lo que aquí se critica es el circo
mediático que aparece alrededor de los villanos
construidos por los medios de comunicación masivos. Un ejemplo en la
Argentina sería el del Petiso Orejudo.
Podría
objetarse que en el relato no se habla directamente de un criminal.
Si bien eso es cierto, hay dos datos que apuntan claramente en esta
dirección. El primero: al final del todo al unitario se le coloca
ante
la Ley pero
rodeado del pueblo, como se hace con estos presuntos criminales.
Todos tenemos en la cabeza esa imagen de un hombre con la cabeza
tapada siendo insultado a las puertas de un juzgado. El segundo y más
obvio: en toda la persecución del toro el único que muere es un
niño inocente, como en muchos de estos circos mediáticos. Por
cierto que la elección de un toro como villano tampoco es
arbitraria, pues hace clara referencia a la animalización que los
medios hacen de estos sujetos
a los que el público juzga como en una caza de brujas.
Además, también hallamos
un paralelismo entre el dato de que a los porteños les enviaron
cincuenta reses (cuando normalmente consumían hasta trescientas al
día) y ese espectáculo. Es decir, al igual que cincuenta reses son
un alimento pobre para toda esa gente, el espectáculo es una
ficción: apenas alimenta la experiencia de los que lo contemplan.
Ahora pondré uno solo,
pero en el texto los ejemplos de cómo el espectáculo desemboca en
la violencia son numerosísimos:
-Como
toro le ha de quedar. ¡Muéstreme los c..., si le parece, c...o!
-Ahí los tiene
entre las piernas. No los ve, amigo, más grandes que la cabeza de su
castaño; ¿o se ha quedado ciego en el camino?
-Su madre sería
la ciega, pues que tal hijo ha parido. ¿No ve que todo ese bulto es
barro?
-Es emperrado y
arisco como un unitario -y al oír esta mágica palabra todos a una
voz exclamaron:
-¡Mueran los
salvajes unitarios!
Con
lo que he dicho, además, creo que más o menos se muestra cómo se
ha construido la figura del villano.
Sea
como sea, en el relato ya había aparecido algo relacionado con este
asunto, que es la percepción de...
9.1.
El Otro.
El
otro, en el cuento, es una especie de pre-villano. Veamos cómo se le
trata en El
matadero y
cómo se le animaliza:
Multitud
de negras rebusconas de achuras, como los caranchos de presa, se
desbandaron por la ciudad como otras tantas harpías prontas a
devorar cuanto hallaran comible. Las gaviotas y los perros,
inseparables rivales suyos en el matadero, emigraron en busca de
alimento animal. Porción de viejos achacosos cayeron en consunción
por falta de nutritivo caldo; pero lo más notable que sucedió fue
el fallecimiento casi repentino de unos cuantos gringos herejes que
cometieron el desacato de darse un hartazgo de chorizos de
Extremadura, jamón y bacalao, y se fueron al otro mundo a pagar el
pecado cometido por tan abominable promiscuación.
Poco
hay qué decir que no sea obvio. Si acaso, que todos los que aparecen
en este párrafo son excluidos del discurso hegemónico, ya sea por
ancianos (enfermos), negros o extranjeros. Antes incluso, hallamos
una similitud con el tratamiento que se hizo del SIDA en los primeros
tiempos de la enfermedad:
Las
pobres mujeres salían sin aliento, anonadadas del templo, echando,
como era natural, la culpa de aquella calamidad a los unitarios.
La
primera reacción, entonces, es culpar al Otro. Más ejemplos:
...de
negras y mulatas achuradoras, cuya fealdad trasuntaba las harpías de
la fábula, y, entremezclados con ella, algunos enormes mastines
olfateaban, gruñían o se daban de tarascones por la presa.
[…]
-Ahí se mete el
sebo en las tetas, la tía -gritaba uno.
-Aquél
lo escondió en el alzapón -replicaba la negra.
-¡Che!,
negra bruja, salí de aquí antes que te pegue un tajo - exclamaba el
carnicero.
-¿Qué
le hago, ño Juan? ¡No sea malo! Yo no quiero sino la panza y las
tripas.
-Son
para esa bruja: a la m...
-¡A
la bruja! ¡A la bruja! -repitieron los muchachos-, ¡se lleva la
riñonada y el tongorí!- y cayeron sobre su cabeza sendos cuajos de
sangre y tremendas pelotas de barro.
Aquí
aparece algo más: una prefiguración de los valores y los mecanismos
de exclusión que hoy siguen vigentes.
Ahora, analicemos la otra
figura clave:
9.2.
El héroe.
En
sus Mitologías,
Barthes muestra la realidad de algunos mitos modernos. Umberto Eco,
por su parte, se centra en la figura del héroe en su análisis de
Superman. El
héroe moderno nace en un tiempo en que la experiencia está
suspendida y las personas necesitan modelos a los que remitirse para
obtener alguna vivencia, es decir, para vampirizar de algún modo las
experiencias de los personajes. Esto se ve sobre todo cuando leemos
que Matasiete era
hombre de pocas palabras y de mucha acción,
es decir nada de discurso y mucho de experiencia. Echeverría hace
surgir esta figura en un contexto primitivo.
¡A
Matasiete, el matahambre!
Cuando
el villano
ya es tal, la masa procede a invocar al héroe mediante un mecanismo
clásico del cómic. Lo que sigue, a su vez, es lo que cualquier
persona que conozca bien el funcionamiento de estas modalidades de la
ficción podría prever. Más tarde,
cuando Matasiete ya se está “dando la vuelta” (se prepara para
irse), recuperando un giro argumental que podemos encontrar a patadas
en la cultura de masas, aparece el verdadero antagonista, el
verdadero villano, para que se le enfrente. La razón de que
Echeverría se apropie de esta forma de narrar es que quiere dejar
claro que está recurriendo a estereotipos, a figuras planas, y
cuando todo es tan obviamente paródico el lector no puede evitar que
su propio imaginario le remita a los ámbitos que se parodian.
10. Las otras cuestiones.
Los
antiguos historiadores españoles de América deben ser nuestros
prototipos.
Mediante
esta parodia Echeverría ataca directamente a la descolonización
intelectual de América Latina, que muchos pensadores consideran como
una idea falsa que aún no se ha terminado de llevar a cabo.
Por
los años de Cristo de 183...
La
fecha se deja en el aire porque el autor quiere poner de manifiesto
la poca importancia de la exactitud histórica, dando relieve en
cambio al significado de los hechos particulares que se narran; es
decir, lo que importa (otra vez, como cuando hablamos de Encarnación
Ezcurra) son los significados, no los hechos en sí.
Antes
de terminar, diré que la escena del unitario no es más que una
repetición de la del toro. Tal vez, de hecho, sólo sirva para crear
el paralelismo villano ↔ animal, o tal vez sea una falsa metáfora,
una falsa referencia para no dar vueltas innecesarias, como los peces
en Salón de
belleza,
de Mario Bellatín.
11. La conclusión.
En
realidad, poco tengo que concluir si no es que no quiero concluir
nada: lo que yo he dado no es más que una lectura posible de este
texto. Sí diré que creo firmemente en ella. También creo que esta
lectura confiere un gran valor al relato de Echeverría. De todos
modos, es mucho más lo que falta por decir, pero las claves para que
un lector activo —un
“lector
detective”—
saque sus propias conclusiones
quedan dadas; a partir de ahí, el intento de Echeverría habrá sido
un éxito si, a través de El
matadero,
al menos una persona en este mundo mediatizado toma conciencia de su
propio entorno inmediato y de los mecanismos subyacentes que en él
operan. Si luego decide seguir viviendo como antes de
esa experiencia
de lectura,
como antes de saber que las categorías en las que probablemente
siempre ha creído no son más que maniquíes burdamente elaborados
por las instancias del Poder y sus armas (los medios de comunicación)
eso es algo que ni Echeverría ni yo podemos controlar. Tal vez ni
siquiera podamos criticarlo.
Benno von Archimboldi,
diciembre de 2012
2Como
apunte, diré que en un fragmento póstumo, Nietzsche afirma el
genio es la “quinta idea
falsa de la modernidad”.
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ResponderEliminarEsteban Echeverría escribió El Matadero en 1838 y falleció en 1851. https://es.wikipedia.org/wiki/Esteban_Echeverría
ResponderEliminarEH PERRO NO ME RESPONDES ESTO: EXPLICAR PORQUE HEREJOTE ES UNA IRONIA
ResponderEliminaranda forro no me contestes BASURA
ResponderEliminarEs que no entiendo la pregunta
ResponderEliminarme salvaste!!! graciass
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