jueves, 13 de octubre de 2011

Las armas secretas


No es fácil —en literatura— encontrar ejemplos tangibles que prueben alguna de las intuiciones que de vez en cuando brotan quién sabe de dónde, y nos preguntamos si realmente las palabras tienen más valor que estos atisbos de conocimiento probablemente urdidos por nuestras mentes no conscientes con datos que no sabemos que hemos recabado para confundirnos o iluminarnos. Por supuesto, fuera de la literatura esto ocurre exactamente de la misma manera, pero dado que ésta tiene la curiosa capacidad de reflejar las propiedades y deformar las realidades de todo lo demás —y de sí misma—, decir en la literatura es decir en todo, y basta tratar el caso literario.

Por otra parte, no podemos dejar de tener en cuenta que en reino de las mil caras, donde todo se puede leer de infinitas maneras, vamos a encontrar justificación a cualquier intuición verosímil que propongamos, es decir, a cualquier cosa que digamos, y por lo tanto el valor de todo lo dicho hasta ahora es nulo excepto como vindicación de sí mismo.

Dicho esto, ahora que he dejado claro de una manera elegante que esto que voy a decir no es sino lo que me apetece y que ni siquiera yo tengo por qué creérmelo, puedo comenzar (y el chocolate espeso, como reza agotada la poética pedestre).

El cuento que me ha impresionado hasta el punto de motivarme a escribir estas líneas es Las armas secretas, contenido en el libro homónimo de Julio Cortázar y en el que también hallamos El perseguidor, del que hay una reseña en este mismo blog, y la intuición que me ha hecho recordar y que en el fondo lleva un tiempo paseándose por mis adentros es la de que Cortázar es una cuerda tendida entre Edgar Allan Poe y Bolaño.

No creo ser el único que ha pensado esto. Las similitudes con Poe son evidentes si uno se fija en la forma de describir y el magistral uso de la primera persona; las que hay con Bolaño se justifican en el hondo reflejo de la Nada que ambos —egoísta y cruelmente, sí— nos plantan ante los ojos como una ventana cerrada o el único relato de terror posible.

En este cuento, en concreto, la metempsicosis desempeña un papel fundamental y representa un nexo innegable con Poe, pero añadiéndole como sazonador el hecho de que el autor se centra en la transición del personaje hacia Otro, hacia la alienación total, con episodios de extrañamiento y un manejo ejemplar de la estructura que recuerda a Bolaño. Hay muchos otros datos que apoyan esta tesis pero en fin, esa intuición queda esbozada y quien la comparta sabrá encontrar las “pruebas” por sí solo. Sólo las bosquejaré, por lo tanto: la progresión del protagonista hacia la locura nos recuerda a El corazón delator (¡traducido por Cortázar!), el monólogo interior que en algún momento incluso roza el stream of consciousness, la archimboldiana actitud del protagonista ante el mundo, el golpe final —que luego veremos si es tal, etcétera, etcétera.

No obstante, ya que voy a ensuciar este rincón del ciberespacio ignoto, prefiero centrarme en contradecirme a mí mismo, por más que me duela (no el hecho de llevarme la contraria sino el de caer en la dialéctica), pues en otra entrada afirmé que la principal ventaja de la novela ante el cuento es que permite familiarizarse con los personajes, y este relato en concreto presenta un contraejemplo palmario a esa teoría (aunque sigo opinado que en general es cierta). Cortázar, mediante el desdoble de un personaje, logra la empatía total con su angustia y su incomprensión en el momento álgido de la transformación, cuando el personaje ya no es Pierre pero tampoco es aquél en quien deviene, en el momento clave en que no es nadie, porque cuando no tiene identidad es cuando cualquier lector se puede identificar con él. La intromisión de su vida anterior en la presente se puede representar así:



Siendo el primer pico cuando empieza a repetirse mentalmente el nombre Enghien, el tercero cuando siente las hojas en la cara, el penúltimo cuando cae de rodillas ante el espejo en la sala de Michèle y el último cuando entra en la habitación de ésta. Por supuesto, lo he hecho de manera muy poco meticulosa, en una gráfica más detallada probablemente habría más picos y la progresión sería más suave. Fijémonos en el sexto pico de la que yo he dibujado (¡son siete! Ha sido involuntario. Recomendación: El mágico número siete, más o menos dos. George Miller), ahí es donde el personaje se sumerge en la nada para que podamos violar su ficcionalidad con nuestros ojos y sentirnos él, ahí es donde este relato de verdad resulta cautivador. Por supuesto, sé bien que esto por sí solo no es capaz de lograr tamaño objetivo, y por eso creo que escogió Cortázar una situación por la que todos hemos pasado para retratar: la primera vez que nos acostamos con una mujer concreta, con cada mujer. ¿Sentiría una mujer la misma intensa sacudida que he sentido yo al leer Las armas secretas? No me es dado saberlo y, sin embargo, imagino que no podría dejarse arrastrar del todo por la inconmensurable marea que se lleva al protagonista del protagonista.

Para terminar, quiero decir que aunque Cortázar afirmase que El perseguidor fue la narración que le llevó hasta su nueva literatura, hasta Rayuela, he llegado a la conclusión —mediante la rigurosa pregunta: ¿por qué carajos no está El perseguidor cerrando el libro, si es la evolución hacia el siguiente?— de que Las armas secretas es la transición perfecta, la maduración mediante la que Cortázar pasa de ser Pierre a ser ese hombre que tiraría a la literatura encima de una cama para violarla como a una perra, es decir, Rayuela se escribirá desde el suelo, con la cabeza hundida en un puñado de hojas secas.



4 comentarios:

  1. Muy bueno, acabo de leer el libro y me gustó tu interpretación. Saludos

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. He leído esta mañana "Las armas secretas" y he quedado absolutamente fascinada. Me encanta la analogía con Poe (era mi autor favorito durante la adolescencia, leía "el gato negro y otros cuentos de horror" sin parar), sin embargo no había caído en la identificación... me gusta mucho en general tu review.
    Y a tu pregunta sobre si una lectora (mujer) habría sentido esa "sacudida" que tú como lector (hombre), ha sentido, mi respuesta es que no creo que las cuestiones de género sean vinculantes. Con Pierre empatizo, el Otro me produce mucho extrañamiento y por eso precisamente, me arrastra, me engancha. Si hubiese notado que el argumento fue escrito como un producto que logra su total efectividad solo si es leído por un lector (hombre),no hubiera terminado la primera página.

    ResponderEliminar
  4. buen review hasta esa gratuita analogia de la literatura con una mujer violada a proposito deq comparten genero y nada más, una forma desesperada de cerrar el texto con esa cita del otro y que no venía al caso, hablar de la violación como sinónimo de conquista literaria como si lo sucio de lo uno se pudiese en verdad parecerse a la hermosura de lo otro, estuvo bien hasta eso, por sobra.

    ResponderEliminar