jueves, 20 de octubre de 2011

Yerba mate libre

El otro día mi cuerpo físico me arrastró hasta una fiesta en un bar donde se podía encontrar la obra pictórica y anónima de algún conocido del dueño del local. En particular, llamó mi atención una pareja de cuadros que mostraban cómo mujeres de cuatro patas, ataviadas en lencería, boca abajo, se dejaban descolgar de las nubes, desde las que se sostenían mediante una tela de araña que les salía del ano o del coño, no había tanto detalle para discernirlo.Lo curioso de la pareja era que, en ciertos lugares, las telas salían del propio cuadro como pintura y mediante hilos del mismo grosor y color que los plasmados en dos dimensiones, unían ambos cuadros. La obra trasciende a sí misma, ya que sale de su bidimensionalidad para expresar una unión que nos hace percibir dos obras como una. Algo similar es lo que ocurre con la obra de Guillermo de Pósfay, un joven porteño, ya no tan joven, que consiguió con su obra "Yerba mate libre" hacerme abordar la literatura de una nueva forma.

Por un lado nos encontramos ante una historia de ciencia ficción en la que se ensartan numerosos fragmentos filosóficos sobre la relación del hombre con su parte más natural o animal. El protagonista es un chico del campo que llega a un Buenos Aires del futuro en el que la yerba mate está prohibida desde hace veintisiete años. Todo ello es una metáfora de la prohibición de ciertas drogas en las sociedades humanas. Pósfay plasma cómo los gobiernos se sirven de mitos falsos, que acaban asentándose en la población tras un cambio generacional, para justificar la prohibición de una droga. Para ello utiliza análogamente las razones por las que la marihuana se empezó a perseguir en los EEUU a principios del siglo XX: asociándola a la delincuencia. Cabe mencionar que los redactores de la Declaración de Independencia Americana fueron consumidores y cultivadores de cáñamo. El motivo real de la prohibición, no obstante, en la historia de la yerba es económico. Curioso ver como hasta los mismos que consumían mate predican contra él. La ciudad aparece dibujada en las páginas de Pósfay como un ente caótico donde la ley se impone mediante la fuerza y todo el mundo parece loco y alienado. Muy acertadamente, consigue elaborar una original crítica social a raíz de mostrar la exageración de ciertas actividades típicas de la ciudad, como viajar en metro o ir a ver el fútbol, deformándolas a través del tiempo. Dentro del cuadro se nos reúne a una serie de personajes que trafican con yerba y, sobre todo, con la información real de la misma. Una subcultura que busca en sí misma el factor humano que parece haber perdido todo el mundo enloquecido por la metrópoli. Su lucha en la ciudad es constante. Viven perseguidos por el gobierno, las leyes sociales de trabajo, la policía y por los propios vecinos que les rodean. El amor, sexual y espiritual, y el hecho de compartir un mate conversando con otros "drogadictos", son los únicos momentos que dan entrada a la filosofía. Al final, harto de ser perseguido y de luchar, el protagonista decidirá huir de la ciudad para darse cuenta de que el opresor incorpóreo que hemos creado llega hasta los tranquilos asentamientos indios de Misiones, donde el ejército acecha la selva y persigue a aquellos que sólo quieren vivir de lo que la tierra les da sin poseerla. Todo es lucha. Vaya donde vaya el hombre, siempre habrá otros hombres que traten de dominarlo y el hombre debe luchar para defender su derecho a ser él. Con esta triste conclusión se podría cerrar la obra.

Sin embargo hay otro aspecto que lo diferencia de cualquier otro libro que hubiese llegado antes a mis manos. Se trata de una rústica edición de renglones torcidos, plagada de "faltas de ortografía" según lo dictado por la academia, y sin ninguna editorial tras su publicación. Ello me llevó a investigar sobre el libro en sí. Descubrí otro factor literario importante en este aspecto. Todos los que amamos la literatura no solemos más que lamentarnos por el daño que hace la inserción de esta variedad artística en el mercado de bienes de consumo masificados. Sin embargo aún hay gente que opta por escribir lo que le da la gana, sin importarle dicho mercado, y con sus medios plasman su arte para luego repartirlo de mano a mano, de plaza en plaza, caminando, recorriendo las ciudades y conociendo a sus futuros lectores. Es decir, aparece aquí una nueva dimensión de la literatura que rompe con toda convención, sin intermediarios. Desde la mano del escritor hasta la del lector, sin más. Es aquí donde trasciende la obra. Pósfay no sólo envía un mensaje, sus libros, su vida dedicada a la literatura, es parte del mismo mensaje también.

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