jueves, 19 de diciembre de 2013

"El orden del discurso" M. Foucault


    El siguiente estudio tiene como objetivo postular y analizar algunos procesos de creación semántica derivados de la teoría del orden del discurso de Michel Foucault. Para ello, primero trataremos de dibujar muy básicamente los aspectos principales de la teoría del orden del discurso, para después deducir algunos procesos de creación semántica externos al lenguaje, que no se evidencian por sí mismos y se dan en la sociedad actual. Por último, se ejemplificarán dichos postulados con el devenir de algunos términos que se manejan desde lo que Foucault denomina “el orden del discurso”.

    Ante la pregunta ¿qué es el discurso como realidad material?, el francés responde que, en toda sociedad, la producción del discurso está controlada y seleccionada por ciertos mecanismos. Estos procedimientos reciben el nombre de procedimientos de exclusión. Se distinguen tres principales: lo prohibido, lo que es tabú -en este punto se refiere sobre todo a la sexualidad y a la política-; la oposición entre razón y locura; y el proceso de voluntad de verdad.

    En el primer caso, se explicita que en toda sociedad existe aquello de lo que no se puede hablar desde la posición discursiva. Por ejemplo, hoy en día, cuestionar el holocausto, sería un tema tabú en política -y, por ende, en casi cualquier ámbito social-. A pesar de ello, se habla constantemente de los progresos en temas de libertad de expresión aparecidos con el avance de las democracias en Europa.

    La oposición entre razón y locura presenta una estructura algo más compleja. Existen ciertas agrupaciones categóricas de lo que consideramos “locos” o “discapacitados mentales”. Los rudimentos sociales de cada época y lugar suelen actuar de la misma manera, negándole la posibilidad de credibilidad a los discursos de estos grupos, escuchándolos e interpretándolos desde una posición de superioridad. Por ejemplo, existe un deseo en las sociedades más desarrolladas de erradicar a aquellos vagabundos que desean vivir en la indigencia voluntariamente. Su discurso está invalidado por su posición. 

    Pero el más importante de estos procesos es la voluntad de verdad. La voluntad de verdad, lo que es verdad o no dentro de un discurso, viene determinada por una serie de normas y reglas propias a cada institución. El discurso de cada institución (médica, política, económica) se genera mediante unas estructuras y lenguajes determinados. Se crea desde una posición que es recursiva en sí misma, hay una serie de rituales, textos, procedimientos, que nos dicen cómo hemos de construir el saber y la verdad desde cada discurso. La verdad en cada saber se crea en base a unas normas, y saltarse esas normas es incurrir en la mentira. Por ejemplo, en el caso del discurso de la medicina occidental, económicamente dominada por las grandes farmacéuticas, se produce un rechazo a los discursos y métodos alternativos que podrían provenir de otras culturas, por no suponerse estos en nuestro plano científico. Cuando Mendel en el siglo XIX establece su teoría sobre la herencia genética, se encuentra fuera de la “voluntad de verdad” del discurso de la biología en su época, por ello no fue tenido en cuenta en su momento. Mendel estaba descubriendo la genética, rama de la biología, pero en su momento, hablando de guisantes, estaba fuera del orden del discurso. Lo que el explicaba no era biología porque su discurso se saltaba los rudimentos de construcción de verdad de la biología en su época.

    Si existe, entonces, ese orden del discurso, determinado por los tres principales factores de exclusión, así como otros que actúan en menor medida, Foucault nos habla, como consecuencia, de una sociedad del discurso. Esta es la sociedad que acepta e interioriza estos rudimentos, que constituyen los órdenes de discursos que interactúan desde los diferentes saberes, materializados en las instituciones sociales que los emiten (comunidad científica, políticos, economistas, catedráticos de universidad, etc). Estos órdenes y sociedades varían según nos movemos en el eje del tiempo o cambiamos de lugar a lo largo del planeta, sin embargo, para Foucault, los rudimentos que crean este orden funcionan más o menos de manera similar en toda sociedad humana. Los prejuicios históricos que se divulgan en la escuela son un claro ejemplo de esto.

    A partir de lo expuesto, si aplicamos las teorías foucaultianas a nuestro momento actual, podemos extraer algunas conclusiones sobre semántica interesantes. Primero, hemos de asumir que uno de los grandes emisores de discurso en la actualidad son los mass-media o medios de comunicación de masas. Desde los periódicos y las noticias, controlados por sus inversores, las agencias, se selecciona aquello de lo que va a hablar la gente y se selecciona cómo se va a contar (es decir se aplica la “voluntad de verdad”). El periodismo actual parte de la concepción de un saber objetivo basado en la cantidad de datos numéricos ofrecidos sobre una noticia. De este modo, el discurso periodístico se sitúa en un orden superior al literario, por ejemplo, afirmando estar en posesión de una verdad objetiva que se consigue mediante cifras y datos. Bien, estudiemos entonces la semántica de algunos términos que aparecen frecuentemente en la prensa para ver cuán objetiva es la información que se nos brinda.




1. “Terrorismo”

    Esta palabra surge a finales del siglo XVIII durante los procesos de ejecuciones en la Revolución Francesa. Si nos atenemos a la definición que da la RAE en la actualidad, obtenemos que su significado es el de “dominación por el terror”. En política y periodismo, este término aparece con una carga negativa muy clara. Todo aquel nombre propio o de agrupación que aparezca asociado a este término, va a ser percibido por la sociedad como una amenaza, como un enemigo, algo a erradicar. Sin embargo, si tomamos estrictamente la definición, podemos encontrar que el mero uso de la palabra terrorismo por parte de políticos y medios es un acto terrorista: se busca una respuesta de la sociedad a partir del miedo creado hacia algo. Aunque quizá suene exagerado, las campañas publicitarias públicas contra los accidentes en carretera o el tabaco, también se sirven del miedo a la muerte para tratar de generar un cambio en la sociedad. Sin embargo, dentro del orden del discurso de prensa y política, este término, desde su origen, ha seguido una evolución semántica que hace que sólo sea aplicable a ciertos grupos o bandas armadas.


2. “Droga”

    Actualmente, en nuestra sociedad existe un poderoso discurso desde los medios y las instituciones educativas contra las drogas. Muchas de estas campañas reciben el nombre de “campañas contra el consumo de alcohol y drogas”. Si acudimos de nuevo a la RAE, vemos que las acepciones primera y tercera del término “droga” hacen alusión directa a la medicina (drogas más extendidas socialmente) y solamente el segundo término hace alusión a la droga como la conciben los medios. En la misma aserción de “alcohol y drogas” se está incurriendo en un error si somos estrictos, pues el alcohol es una de las drogas con mayor índice de adicción. Lo mismo ocurre con el tabaco, el café, el té y, sobre todo, muchísimas de las medicinas que consumimos a diario (antidepresivos). Este es un ejemplo de cómo estamos ante un desdoblamiento semántico creado desde el orden del discurso social. Desde la política y los medios, se extraen de la categoría “drogas” aquellos términos que según la voluntad de verdad, no se perciben negativamente en una sociedad. Esto, como vemos, es una pura concepción social, que poco tiene que ver con la estricta definición de la palabra droga, sino más bien con la situación legal de las mismas.


3. “Antisistema”

    De nuevo, el diccionario de la RAE nos dice que un antisistema es “contrario al sistema social o político establecidos”. Sin embargo cuando nos encontramos con el hecho de que en la Comunidad de Madrid, desde hace unos meses, gran parte de la plantilla sanitaria se está manifestando en contra de la privatización del sistema sanitario a gran escala, no se le aplica este término. Generalmente lo encontraremos asociado directamente a actuaciones violentas de jóvenes. Ello, claramente, incurre en crear una dimensión negativa en todo aquello que se posicione contra el sistema. Lógicamente, esta alteración semántica proviene de los discursos emitidos por las instituciones del propio Estado y los medios de comunicación.





    En conclusión, resumimos que, según el planteamiento teórico de Foucault, teniendo en cuenta algunos de sus procedimientos de exclusión discursivos, podemos estudiar algunos procesos de creación semántica que operan desde fuera del propio lenguaje. Son procesos dirigidos desde las instituciones y reglas que generan el discurso y que se filtran, como podemos comprobar, entre los usos cotidianos de la mayoría de la población. Resaltar estos procesos se puede ver de una manera positiva, ya que pondría en tela de juicio muchos prejuicios que acumulan las sociedades más desarrolladas contra el cambio y permitiría ahondar con más precisión en temas tan delicados.

Amacaballo Fat

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