viernes, 29 de noviembre de 2013

E-ntrebitstæ [4] a [Julio Achútegui]

Hola, soy Munir, el preguntador de esta e-ntrebitstæ. ¿Qué diferencia hay entre una entrevista y una e-ntrebitstæ?

1. La e-ntrebitstæ no hace distinciones de género ni color de pelo.
2. La e-ntrebitstæ es exclusivamente on-line.
3. La e-ntrebitstæ se escribe entera antes de empezar. Se le mandan las preguntas a la víctima una por una. Éstas no varían jamás en función de las respuestas. En este caso concreto, no obstante, se enviaron todas de golpe. El sistema estaba en fase beta.
4. Una e-ntrebitstæ siempre consta de 11 preguntas.
5. Otras particularidades que el lector podrá advertir.

Sin más dilación, la e-ntrebitstæ a [Julio Achútegui].


1. Buenos días.
          Buenos días. Aunque el punto uno no sea una pregunta, respondo, porque me considero, al menos, educado.

2. ¿Qué le parecen los formularios?
          Normalmente, los formularios me parecen un coñazo.

3. ¿Podría contarnos alguna anécdota relacionada con el número dos?
          El número dos debe su forma gráfica en la tradición occidental gracias a los árabes. El número en sí (su forma) tiene dos ángulos agudos.

4. En una de sus más recientes publicaciones, usted afirma que "lo pequeño de este mundo es lo que ya no me sorprende". Muchos han querido leer ahí una actitud de abulia, de apatía. ¿Es eso cierto?
          Es bastante posible que el mundo en general me aburra, sobre todo desde que he dejado de fumar. Pero tampoco es eso tan exacto, depende mucho del día y del ánimo. El día en que escribí ese cuento había sido un mal día hasta que la noticia que propició escribirlo me alegró, en cierto sentido. Me pareció divertido, y esa frase es, justamente, irónica.

5. Ricardo Piglia.
          Insisto en el punto uno. Roberto Bolaño.

6. ¿Podría contarnos alguna anécdota relacionada con el número seis?
          Cuando este número se repite en serie hasta tres veces se considera diabólico. Es uno de los números más olvidados del panorama occidental.

7. ¿Es operativo a día de hoy el concepto "generación" para analizar la joven poesía madrileña? ¿Y la española? ¿Y la chilena? ¿Y la mundial? ¿Y la universal? ¿Y la de n posibles universos paralelos?
          Dada la complejidad de la pregunta, responderé de la manera más compleja que puedo: no. Pero voy a facilitar un poco lo que significa no, a través de otro escrito, comenzado ayer: "El 13 del 13 del 13 quedará lo que era un mes cuando el tiempo se contaba de otra manera para que ocurra lo que genera que desde hoy haya cambiado dicha concepción. Hoy he decidido que no estoy de acuerdo con el sistema que nos otorga una edad definida que determina tanto la concepción de algunos roles, como que para terminar una carrera universitaria tengas que hacerlo entre los 22 y los 24 años, momento en el cual puedes plantearte continuar o buscar "estabilidad" por que "se "te" pasa el arroz"".

8. ¿Sigue usted opinando lo mismo que nos dijo en (1) acerca de los formularios? ¿Y los formularios físicos (los catálogos de fórmulas): le merecen la misma opinión?
          Si esto es una encuesta, hay que tener más cuidado. En (1) dije buenos días, no algo acerca de los formularios. La segunda pregunta de este punto me parece divertida. Los formularios me parecen como las listas de palabras de la clase de inglés: dependiendo de la fase del aprendiente, pueden ser útiles o llevar a la confusión total y absoluta.

9. ¿Qué o quiénes son exactamente los escritores bárbaros?
          Los escritores bárbaros son un grupo poético creado por un tal Roberto Bolaño, un grupo que no lee, que no hace nada en común, hasta que se lo pasa teta (o sufre) con y por los libros. También son un intento. De qué, ya es otra cuestión.

10. ¿Podría contarnos alguna anécdota relacionada con el concepto de más menos infinito?
          Cuando resolvía los ejercicios de matemáticas en el instituto, en relación a los límites, ponía siempre dicho resultado, porque acertaba en la mayoría de los casos. Cuando no, era porque el resultado era cero. Para mí, cero e infinito tienen el mismo valor.

11. Buenos días.
          Buenos días, insisto. E insisto en (1).

lunes, 25 de noviembre de 2013

E-ntrebitstæ [3] a [Gema Palacios]

Hola, soy Munir, el preguntador de esta e-ntrebitstæ. ¿Qué diferencia hay entre una entrevista y una e-ntrebitstæ?

1. La e-ntrebitstæ no hace distinciones de género ni color de pelo.
2. La e-ntrebitstæ es exclusivamente on-line.
3. La e-ntrebitstæ se escribe entera antes de empezar. Se le mandan las preguntas a la víctima una por una. Éstas no varían jamás en función de las respuestas. En este caso concreto, no obstante, se enviaron todas de golpe. El sistema estaba en fase beta.
4. Una e-ntrebitstæ siempre consta de 11 preguntas.
5. Otras particularidades que el lector podrá advertir.

Sin más dilación, la e-ntrebitstæ a [Gema Palacios].



1. Muy buenas, un placer conocerla al fin.
          Hola. Desgraciadamente, no puedo decir lo mismo. Te desconozco desde hace tiempo.

2. 

          Deduzco que tengo que decir qué es el dibujito ese, pero la verdad es que no tengo ni idea. ¿Me das permiso para inventármelo? Parece un monstruo gracioso, con sus cuernecitos, brazos y patitas. ¿Más concretamente? Si me apuras, diría que se parecen a un pokemon. 

3. ¿Qué opina de las personas que "sonríen satisfechas"?
          Que deberían dejar de pensar que follan como dioses (sonrisa satisfecha).

4. ¿No le parecen hermosas las palabras "Instituto Anatómico Forense"?
          Hmm... sí. Hermosas como las amapolas o como ir a la Autónoma un lunes sin tener clase.

5. 

          Eso es una mezcla de jabalí, elefante y cerdo.

6. ¿Qué Reich le gusta más? ¿El primero, el segundo o el tercero?
          ¿Lo dice por el libro de Bolaño? Si es así, obviamente, el tercero. Y si no, pues también.

7. Entre sus dos grandes amores... ¿Pizarnik o Cervantes?
          Lo habré repetido en un sinfín de ocasiones: no soy cervantista y odio las etiquetas. Eso sí, reconozco mi locura tal vez tenga su origen en los libros, como en el caso de mi querido Alonso Quijano, pero si me hicieses esta misma pregunta con un par de cervezas en el cuerpo, te respondería lo contrario. ¿Pizarnik? Ah, Pizarnik era mi nombre cuando nací en Buenos Aires allá en el 36, pero no estaba tan loca como ahora. Y que quede claro que no me suicidé: fueron ellos los que me suicidaron.

7b. ¿Libertella o el ganador de (7)?
          Libertella no es comparable a nada. Ahora releo sus teorías desde España y no les encuentro sentido. Sin embargo, allá... allá era otra cosa. Me crucé varias veces con ese genio con ojos de loco. Me invitó a su casa y le mandé al carajo. Y después.... después empecé a buscar sus libros en los puestos de usados, y di con algunos títulos interesantes. Pinté las paredes de mi habitación con sus frases, y, finalmente, escribí un monografía sobre él. Pero ha pasado ya un año desde entonces. Acá ha llovido mucho, y allá, ni te cuento. En este momento me he enamorado de Piglia (otro argentino, sí).

8. En su recientemente aparecido Morada y Plata, la mayoría de los poemas se dirigen a una segunda persona, ya del singular, ya del plural. ¿Cómo explicaría este fenómeno?
          Mis poemas son muy conversacionales, no puedo evitarlo. Esto suele sucederme porque hablo por los codos y necesito que alguien esté ahí, escuchando mi perorata. Me gusta que el destinatario del poema caiga en la cuenta de que lo he escrito para él. Me gusta que se ponga colorado o que se eche unas risas, o que no sienta absolutamente nada, porque no sea capaz de entenderme. Eso da igual. Lo más importante es saberme escuchada. Punto.

8b. ¿Y el de la difracción de la luz (sin usar nada que no se supiese en el momento en que murió Newton?
          Yo no sé nada, lo juro. Preguntále a ese de la segunda fila, que no hace más que levantar la mano.

9. ¿Se ha planteado alguna vez seriamente la operatividad o inoperancia de su heterosexualidad?
             Por supuesto. Creo que si estuviera más operativa, explotaría, y si se diera el caso contrario, me devoraría a mí misma una y otra vez. Me gusta mi sabor.

10. 

          Eso es un pibe mexicano, con sombrero y bigotazo.

11. Muá.
          ¿Ya se acabó? Pues nada. Chau, viejo!

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Bolívar y Ponte [Karl Marx]

BOLÍVAR Y PONTE, Simón, el "Libertador" de Colombia, nació el 24 de julio de 1783 en Caracas y murió en San Pedro, cerca de Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830. Descendía de una de las familias mantuanas, que en la época de la dominación española constituían la nobleza criolla en Venezuela. Con arreglo a la costumbre de los americanos acaudalados de la época, se le envió Europa a la temprana edad de 14 años. De España pasó Francia y residió por espacio de algunos años en París. En 1802 se casó en Madrid y regresó a Venezuela, donde su esposa falleció repentinamente de fiebre amarilla. Luego de este suceso se trasladó por segunda vez a Europa y asistió en 1804 a la coronación de Napoleón como emperador, hallándose presente, asimismo, cuando Bonaparte se ciñó la corona de hierro de Lombardía. En 1809 volvió a su patria y, pese a las instancias de su primo José Félix Ribas, rehusó adherirse a la revolución que estalló en Caracas el 19 de abril de 1810. Pero, con posterioridad a ese acontecimiento, aceptó la misión de ir a Londres para comprar armas y gestionar la protección del gobierno británico. El marqués de Wellesley, a la sazón ministro de relaciones exteriores, en apariencia le dio buena acogida. pero Bolívar no obtuvo más que la autorización de exportar armas abonándolas al contado y pagando fuertes derechos. A su regreso de Londres se retiró a la vida privada, nuevamente, hasta que en setiembre de 1811 el general Miranda, por entonces comandante en jefe de las fuerzas rectas de mar y tierra, lo persuadió de que aceptara el rango de teniente coronel en el estado mayor y el mando de Puerto Cabello, la principal plaza fuerte de Venezuela.

Cuando los prisioneros de guerra españoles, que Miranda enviaba regularmente a Puerto Cabello para mantenerlos encerrados en la ciudadela, lograron atacar por sorpresa la guardia y la dominaron, apoderándose de la ciudadela, Bolívar, aunque los españoles estaban desarmados, mientras que él disponía de una fuerte guarnición y de un gran arsenal, se embarcó precipitadamente por la noche con ocho de sus oficiales, sin poner al tanto de lo ocurría ni a sus propias tropas, arribó al amanecer a Guaira y se retiró a su hacienda de San Mateo. Cuando la guarnición se enteró de la huida de su comandante, abandonó en buen orden la plaza, que de inmediato ocuparon los españoles al mando de Monteverde. Este acontecimiento inclinó la balanza a favor de España y forzó a Miranda a suscribir, el 26 de julio de 1812, por encargo del congreso, el tratado de La Victoria, que sometió nuevamente a Venezuela al dominio español. El 30 de julio llegó Miranda a La Guaira, con la intención embarcarse en una nave inglesa. Mientras visitaba al coronel Manuel María Casas, comandante de la plaza, se encontró con un grupo numeroso, en el que se contaban don Miguel Peña y Simón Bolívar, que lo convencieron de que se quedara, por lo menos una noche, en la residencia de Casas. A las dos de la madrugada, encontrándose Miranda profundamente dormido, Casas, Peña y Bolívar se introdujeron en su habitación con cuatro soldados armados, se apoderaron precavidamente de su espada y su pistola, lo despertaron y con rudeza le ordenaron que se levantara y vistiera, tras lo cual lo engrillaron y entregaron a Monteverde. El jefe español lo remitió a Cádiz, donde Miranda, encadenado, murió después de varios años de cautiverio. Ese acto, para cuya justificación se recurrió al pretexto de que Miranda había traicionado a su país la capitulación de La Victoria, valió a Bolívar el especial favor de Monteverde, a tal punto que cuando el primero le solicitó su pasaporte, el jefe español declaró: "Debe satisfacerse el pedido del coronel Bolívar, como recompensa al servicio prestado al rey de España con la entrega de Miranda".

Se autorizó así a Bolívar a que se embarcara con destino a Curazao, donde permaneció seis semanas. En compañía de su primo Ribas se trasladó luego a la pequeña república de Cartagena. Ya antes de su arribo habían huido a Cartagena gran cantidad de soldados, ex combatientes a las órdenes del general Miranda. Ribas les propuso emprender una expedición contra los españoles en Venezuela y reconocer a Bolívar como comandante en jefe. La primera propuesta recibió una acogida entusiasta; la segunda fue resistida, aunque finalmente accedieron, a condición de que Ribas fuera el lugarteniente de Bolívar. Manuel Rodríguez Torices, el presidente de la república de Cartagena, agregó a los 300 soldados así reclutados para Bolívar otros 500 hombres al mando de su primo Manuel Castillo. La expedición partió a comienzos de enero de 1813. Habiéndose producido rozamientos entre Bolívar y Castillo respecto a quién tenía el mando supremo, el segundo se retiró súbitamente con sus granaderos. Bolívar, por su parte, propuso seguir el ejemplo de Castillo y regresar a Cartagena, pero al final Ribas pudo persuadirlo de que al menos prosiguiera en su ruta hasta Bogotá, en donde a la sazón tenía su sede el Congreso de Nueva Granada. Fueron allí muy bien acogidos, se les apoyó de mil maneras y el congreso los ascendió al rango de generales. Luego de dividir su pequeño ejército en dos columnas, marcharon por distintos caminos hacia Caracas. Cuanto más avanzaban, tanto más refuerzos recibían; los crueles excesos de los españoles hacían las veces, en todas partes, de reclutadores para el ejército independentista. La capacidad de resistencia de los españoles estaba quebrantada, de un lado porque las tres cuartas partes de su ejército se componían de nativos, que en cada encuentro se pasaban al enemigo; del otro debido a la cobardía de generales tales como Tízcar, Cajigal y Fierro, que a la menor oportunidad abandonaban a sus propias tropas. De tal suerte ocurrió que Santiago Mariño, un joven sin formación, logró expulsar de las provincias de Cumaná y Barcelona a los españoles, al mismo tiempo que Bolívar ganaba terreno en las provincias occidentales. La única resistencia seria la opusieron los españoles a la columna de Ribas, quien no obstante derrotó al general Monteverde en Los Taguanes y lo obligó a encerrarse en Puerto Cabello el resto de sus tropas.

Cuando el gobernador de Caracas, general Fierro, tuvo noticias de que se acercaba Bolívar, le envió parlamentarios para ofrecerle una capitulación, la que se firmó en La Victoria. Pero Fierro, invadido por un pánico repentino y sin aguardar el regreso de sus propios emisarios, huyó secretamente por la noche y dejó a más de 1.500 españoles librados a la merced del enemigo. A Bolívar se le tributó entonces una entrada apoteótica. De pie, en un carro de triunfo, al que arrastraban doce damiselas vestidas de blanco y ataviadas con los colores nacionales, elegidas todas ellas entre las mejores familias caraqueñas, Bolívar, la cabeza descubierta y agitando un bastoncillo en la mano, fue llevado en una media hora desde la entrada la ciudad hasta su residencia. Se proclamó "Dictador y Libertador de las Provincias Occidentales de Venezuela" --Mariño había adoptado el título de "Dictador de las Provincias Orientales"--, creó la "Orden del Libertador", formó un cuerpo de tropas escogidas a las que denominó guardia de corps y se rodeó de la pompa propia de una corte. Pero, como la mayoría de sus compatriotas, era incapaz de todo esfuerzo de largo aliento y su dictadura degeneró pronto en una anarquía militar, en la cual asuntos más importantes quedaban en manos de favoritos que arruinaban las finanzas públicas y luego recurrían a medios odiosos para reorganizarlas. De este modo el novel entusiasmo popular se transformó en descontento, y las dispersas fuerzas del enemigo dispusieron de tiempo para rehacerse. Mientras que a comienzos de agosto de 1813 Monteverde estaba encerrado en la fortaleza de Puerto Cabello y al ejército español sólo le quedaba una angosta faja de tierra en el noroeste de Venezuela, apenas tres meses después el Libertador había perdido su prestigio y Caracas se hallaba amenazada por la súbita aparición en sus cercanías de los españoles victoriosos, al mando de Boves. Para fortalecer su poder tambaleante Bolívar reunió, el 1de enero de 1814, una junta constituida por los vecinos caraqueños más influyentes y les manifestó que no deseaba soportar más tiempo el fardo de la dictadura. Hurtado de Mendoza, por su parte, fundamentó en un prolongado discurso "la necesidad de que el poder supremo se mantuviese en las manos del general Bolívar hasta que el Congreso de Nueva Granada pudiera reunirse y Venezuela unificarse bajo un solo gobierno". Se aprobó esta propuesta y, de tal modo, la dictadura recibió una sanción legal.

Durante algún tiempo se prosiguió la guerra contra los españoles, bajo la forma de escaramuzas, sin que ninguno de los contrincantes obtuviera ventajas decisivas. En junio de 1814 Boves, tras concentrar sus tropas, marchó de Calabozo hasta La Puerta, donde los dos dictadores, Bolívar y Mariño, habían combinado sus fuerzas. Boves las encontró allí y ordenó a sus unidades que las atacaran sin dilación. Tras una breve resistencia, Bolívar huyó a Caracas, mientras que Mariño se escabullía hacia Cumaná. Puerto Cabello y Valencia cayeron en las manos de Boves, que destacó dos columnas (una de ellas al mando del coronel González) rumbo a Caracas, por distintas rutas. Ribas intentó en vano contener el avance de González. Luego de la rendición de Caracas a este jefe, Bolívar evacuó a La Guaira, ordenó a los barcos surtos en el puerto que zarparan para Cumaná y se retiró con el resto de sus tropas hacia Barcelona. Tras la derrota que Boves infligió a los insurrectos en Arguita, el 8 de agosto de 1814, Bolívar abandonó furtivamente a sus tropas, esa misma noche, para dirigirse apresuradamente y por atajos hacia Cumaná, donde pese a las airadas protestas de Ribas se embarcó de inmediato en el "Bianchi", junto con Mariño y otros oficiales. Si Ribas, Páez y los demás generales hubieran seguido a los dictadores en su fuga, todo se habría perdido. Tratados como desertores a su arribo a Juan Griego, isla Margarita, por el general Arismendi, quien les exigió que partieran, levaron anclas nuevamente hacia Carúpano, donde, habiéndolos recibido de manera análoga el coronel Bermúdez, se hicieron a la mar rumbo a Cartagena. Allí a fin de cohonestar su huida, publicaron una memoria de justificación, henchida de frases altisonantes.

Habiéndose sumado Bolívar a una conspiración para derrocar al gobierno de Cartagena, tuvo que abandonar esa pequeña república y seguir viaje hacia Tunja, donde estaba reunido el Congreso de la República Federal de Nueva Granada. La provincia de Cundinamarca, en ese entonces, estaba a la cabeza de las provincias independientes que se negaban a suscribir el acuerdo federal neogranadino, mientras que Quito, Pasto, Santa Marta y otras provincias todavía se hallaban en manos de los españoles. Bolívar, que llegó el 22 de noviembre de 1814 a Tunja, designado por el congreso comandante en jefe de las fuerzas armadas federales y recibió la doble misión de obligar al presidente de la provincia de Cundinamarca a reconociera la autoridad del congreso y de marchar luego sobre Santa Marta, el único puerto de mar fortificado granadino aún en manos de los españoles. No presentó dificultades el cumplimiento del primer cometido, puesto que Bogotá, la capital de la provincia desafecta, carecía de fortificaciones. Aunque la ciudad había capitulado, Bolívar permitió a sus soldados que durante 48 horas la saquearan. En Santa Marta el general español Montalvo, disponía tan sólo de una débil guarnición de 200 hombres y de una plaza fuerte en pésimas condiciones defensivas, tenía apalabrado ya un barco francés para asegurar su propia huida; los vecinos, por su parte, enviaron un mensaje a Bolívar participándole que, no bien apareciera, abrirían las puertas de la ciudad y expulsarían a la guarnición. Pero en vez de marchar contra los españoles de Santa Marta, tal como se lo había ordenado el congreso, Bolívar se dejó arrastrar por su encono contra Castillo, el comandante de Cartagena, y actuando por su propia cuenta condujo sus tropas contra esta última ciudad, parte integral de la República Federal. Rechazado, acampó en Popa, un cerro situado aproximadamente a tiro de cañón de Cartagena. Por toda batería emplazó un pequeño cañón, contra una fortaleza artillada con unas 80 piezas. Pasó luego del asedio al bloqueo, que duró hasta comienzos de mayo, sin más resultado que la disminución de sus efectivos, por deserción o enfermedad, de 2.400 a 700 hombres. En el ínterin una gran expedición española comandada por el general Morillo y procedente de Cádiz había arribado a la isla Margarita, el 25 de marzo de 1815. Morillo destacó de inmediato poderosos refuerzos a Santa Marta y poco después sus fuerzas se adueñaron de Cartagena. Previamente, empero, el 10 de mayo 1815, Bolívar se había embarcado con una docena de oficiales en un bergantín artillado, de bandera británica, rumbo a Jamaica. Una vez llegado a este punto de refugio publicó una nueva proclama, en la que se presentaba como la víctima de alguna facción o enemigo secreto y defendía su fuga ante los españoles como si se tratara una renuncia al mando, efectuada en aras de la paz pública.

Durante su estada de ocho meses en Kingston, los generales que había dejado en Venezuela y el general Arismendi en la isla Margarita presentaron una tenaz resistencia las armas españolas. Pero después que Ribas, a quién Bolívar debía su renombre, cayera fusilado por los españoles tras la toma de Maturín, ocupó su lugar un hombre de condiciones militares aun más relevantes. No pudiendo desempeñar, por su calidad de extranjero, un papel autónomo en la revolución sudamericana, este hombre decidió entrar al servicio de Bolívar. Se trataba de Luis Brion. Para prestar auxilios a los revolucionarios se había hecho a la mar en Londres, rumbo a Cartagena, con una corbeta de 24 cañones, equipada en gran parte a sus propias expensas y cargada con 14.000 fusiles y una gran cantidad de otros pertrechos. Habiendo llegado demasiado tarde y no pudiendo ser útil a los rebeldes, puso proa hacia Cayos, en Haití, adonde muchos emigrados patriotas habían huido tras la capitulación de Cartagena. Entretanto Bolívar se había trasladado también a Puerto Príncipe donde, a cambio de su promesa de liberar a los esclavos, el presidente haitiano Pétion le ofreció un cuantioso apoyo material para una nueva expedición contra los españoles de Venezuela. En Los Cayos se encontró con Brion y los otros emigrados y en una junta general se propuso a sí mismo como jefe de la nueva expedición, bajo la condición de que, hasta la convocatoria de un congreso general, él reuniría en sus manos los poderes civil y militar. Habiendo aceptado la mayoría esa condición, los expedicionarios se hicieron a la mar el 16 de abril de 1816 con Bolívar como comandante y Brion en calidad de almirante. En Margarita, Bolívar logró ganar para su causa a Arismendi, el comandante de la isla, quien había rechazado a los españoles a tal punto que a éstos sólo les restaba un único punto de apoyo, Pampatar. Con la formal promesa de Bolívar de convocar un congreso nacional en Venezuela no bien se hubiera hecho dueño del país, Arismendi hizo reunir una junta en la catedral de Villa del Norte y proclamó públicamente a Bolívar jefe supremo de las repúblicas de Venezuela y Nueva Granada. El 31 de mayo de 1816 desembarcó Bolívar en Carúpano, pero no se atrevió a impedir que Mariño y Piar se apartaran de él y efectuaran, por su propia cuenta, una campaña contra Cumaná. Debilitado por esta separación y siguiendo los consejos de Brion se hizo a la vela rumbo a Ocumare [de la Costa], adonde arribó el 3 de julio de 1816 con 13 barcos, de los cuales sólo 7 estaban artillados. Su ejército se componía tan sólo de 650 hombres, que aumentaron a 800 por el reclutamiento de negros, cuya liberación había proclamado. En Ocumare difundió un nuevo manifiesto, en el que prometía "exterminar a los tiranos" y "convocar al pueblo para que designe sus diputados al congreso. Al avanzar en dirección a Valencia, se topó, no lejos de Ocumare, con el general español Morales, a la cabeza de unos 200 soldados y 100 milicianos. Cuando los cazadores de Morales dispersaron la vanguardia de Bolívar, éste, según un testigo ocular, perdió "toda presencia de ánimo y sin pronunciar palabra, en un santiamén volvió grupas y huyó a rienda suelta hacia Ocumare, atravesó el pueblo a toda carrera, llegó a la bahía cercana, saltó del caballo, se introdujo en un bote y subió a bordo del « Diana», dando orden a toda la escuadra de que lo siguiera a la pequeña isla de Bonaire y dejando a todos sus compañeros privados del menor auxilio". Los reproches y exhortaciones de Brion lo indujeron a reunirse a los demás jefes en la costa de Cumaná; no obstante, como lo recibieron inamistosamente y Piar lo amenazó con someterlo a un consejo de guerra por deserción y cobardía, sin tardanza volvió a partir rumbo a Los Cayos. Tras meses y meses de esfuerzos, Brion logró finalmente persuadir a la mayoría de los jefes militares venezolanos -que sentían la necesidad de que hubiera un centro, aunque simplemente fuese nominal- de que llamaran una vez más a Bolívar como comandante en jefe, bajo la condición expresa de que convocaría al congreso y no se inmiscuiría en la administración civil. El 31 de diciembre de 1816 Bolívar arribó a Barcelona con las armas, municiones y pertrechos proporcionados por Pétion. El 2 de enero de 1817 se le sumó Arismendi, y el día 4 Bolívar proclamó la ley marcial y anunció que todos los poderes estaban en sus manos. Pero 5 días después Arismendi sufrió un descalabro en una emboscada que le tendieran los españoles, y el dictador huyó a Barcelona. Las tropas se concentraron nuevamente en esa localidad, adonde Brion le envió tanto armas como nuevos refuerzos, de tal suerte que pronto Bolívar dispuso de una nueva fuerza de 1.100 hombres. El 5 de abril los españoles tomaron la ciudad de Barcelona, y las tropas de los patriotas se replegaron hacia la Casa de la Misericordia, un edificio sito en las afueras. Por orden de Bolívar se cavaron algunas trincheras, pero de manera inapropiada para defender contra un ataque serio una guarnición de 1.000 hombres. Bolívar abandonó la posición en la noche del 5 de abril, tras comunicar al coronel Freites, en quien delegó el mando, que buscaría tropas de refresco y volvería a la brevedad. Freites rechazó un ofrecimiento de capitulación, confiado en la promesa, y después del asalto fue degollado por los españoles, al igual que toda la guarnición.

Piar, un hombre de color, originario de Curazao, concibió y puso en práctica la conquista de la Guayana, a cuyo efecto el almirante Brion lo apoyó con sus cañoneras. El 20 de julio, ya liberado de los españoles todo el territorio, Piar, Brion, Zea, Mariño, Arismendi y otros convocaron en Angostura un congreso de las provincias y pusieron al frente del Ejecutivo un triunvirato; Brion, que detestaba a Piar y se interesaba profundamente por Bolívar, ya que en el éxito del mismo había puesto en juego su gran fortuna personal, logró que se designase al último como miembro del triunvirato, pese a que no se hallaba presente. Al enterarse de ello Bolívar, abandonó su refugio y se presentó en Angostura, donde, alentado por Brion, disolvió el congreso y el triunvirato y los remplazó por un "Consejo Supremo de la Nación", del que se nombró jefe, mientras que Brion y Francisco Antonio Zea quedaron al frente, el primero de la sección militar y el segundo de la sección política. Sin embargo Piar, el conquistador de Guayana, que otrora había amenazado con someter a Bolívar ante un consejo de guerra por deserción, no escatimaba sarcasmos contra el "Napoleón de las retiradas", y Bolívar aprobó por ello un plan para eliminarlo. Bajo las falsas imputaciones de haber conspirado contra los blancos, atentado contra la vida de Bolívar y aspirado al poder supremo, Piar fue llevado ante un consejo de guerra presidido por Brion y, condenado a muerte, se le fusiló el 16 de octubre de 1817. Su muerte llenó a Mariño de pavor. Plenamente consciente de su propia insignificancia al hallarse privado del concurso de Piar, Mariño, en una carta abyectísima, calumnió públicamente a su amigo victimado, se dolió de su propia rivalidad con el Libertador y apeló a la inagotable magnanimidad de Bolívar.

La conquista de la Guayana por Piar había dado un vuelco total a la situación, en favor de los patriotas, pues esta provincia sola les proporcionaba más recursos que las otras siete provincias venezolanas juntas. De ahí que todo el mundo confiara en que la nueva campaña anunciada por Bolívar en una flamante proclama conduciría a la expulsión definitiva de los españoles. Ese primer boletín, según el cual unas pequeñas partidas españolas que forrajeaban al retirarse de Calabozo eran "ejércitos que huían ante nuestras tropas victoriosas", no tenía por objetivo disipar tales esperanzas. Para hacer frente a 4.000 españoles, que Morillo aún no había podido concentrar, disponía Bolívar de más de 9.000 hombres, bien armados y equipados, abundantemente provistos con todo lo necesario para la guerra. No obstante, a fines de mayo de 1818 Bolívar había perdido unas doce batallas y todas las provincias situadas al norte del Orinoco. Como dispersaba sus fuerzas, numéricamente superiores, éstas siempre eran batidas por separado. Bolívar dejó la dirección de la guerra en manos de Páez y sus demás subordinados y se retiró a Angostura. A una defección seguía la otra, y todo parecía encaminarse a un descalabro total. En ese momento extremadamente crítico, una conjunción de sucesos afortunados modificó nuevamente el curso de las cosas. En Angostura Bolívar encontró a Santander, natural de Nueva Granada, quien le solicitó elementos para una invasión a ese territorio, ya que la población local estaba pronta para alzarse en masa contra los españoles. Bolívar satisfizo hasta cierto punto esa petición. En el ínterin, llegó de Inglaterra una fuerte ayuda bajo la forma de hombres, buques y municiones, y oficiales ingleses, franceses, alemanes y polacos afluyeron de todas partes a Angostura. Finalmente, el doctor [Juan] Germán Roscio, consternado por la estrella declinante de la revolución sudamericana, hizo su entrada en escena, logró el valimiento de Bolívar y lo indujo a convocar, para el 15 de febrero de 1819, un congreso nacional, cuya sola mención demostró ser suficientemente poderosa para poner en pie un nuevo ejército de aproximadamente 14.000 hombres, con lo cual Bolívar pudo pasar nuevamente a la ofensiva.

Los oficiales extranjeros le aconsejaron diera a entender que proyectaba un ataque contra Caracas para liberar a Venezuela del yugo español, induciendo así a Morillo a retirar sus fuerzas de Nueva Granada y concentrarlas para la defensa de aquel país, tras lo cual Bolívar debía volverse súbitamente hacia el oeste, unirse a las guerrillas de Santander y marchar sobre Bogotá. Para ejecutar ese plan, Bolívar salió el 24 de febrero de 1819 de Angostura, después de designar a Zea presidente del congreso y vicepresidente de la república durante su ausencia. Gracias a las maniobras de Páez, los revolucionarios batieron a Morillo y La Torre en Achaguas, y los habrían aniquilado completamente si Bolívar hubiese sumado sus tropas a las de Páez y Mariño. De todos modos, las victorias de Páez dieron por resultado la ocupación de la provincia de Barinas, quedando expedita así la ruta hacia Nueva Granada. Como aquí todo estaba preparado por Santander, las tropas extranjeras, compuestas fundamentalmente por ingleses, decidieron el destino de Nueva Granada merced a las victorias sucesivas alcanzadas el 1 y 23 de julio y el 7 de agosto en la provincia de Tunja. El 12 de agosto Bolívar entró triunfalmente a Bogotá, mientras que los españoles, contra los cuales se habían sublevado todas las provincias de Nueva Granada, se atrincheraban en la ciudad fortificada de Mompós.

Luego de dejar en funciones al congreso granadino y al general Santander como comandante en jefe Bolívar marchó hacia Pamplona, donde paso mas de dos meses en festejos y saraos. El 3 de noviembre llego a Mantecal, Venezuela, punto que había fijado a los jefes patriotas para que se le reunieran con sus tropas Con un tesoro de unos 2.000.000 de dólares, obtenidos de los habitantes de Nueva Granada mediante contribuciones forzosas, y disponiendo de una fuerza de aproximadamente 9.000 hombres, un tercio de los cuales eran ingleses, irlandeses, hanoverianos y otros extranjeros bien disciplinados, Bolívar debía hacer frente a un enemigo privado de toda clase de recursos, cuyos efectivos se reducían a 4.500 hombres, las dos terceras partes de los cuales, además, eran nativos y mal podían, por ende, inspirar confianza a los españoles. Habiéndose retirado Morillo de San Fernando de Apure en dirección a San Carlos, Bolívar lo persiguió hasta Calabozo, de modo que ambos estados mayores, enemigos se encontraban apenas a dos días de marcha el uno del otro. Si Bolívar hubiese avanzado con resolución, sus solas tropas europeas habrían bastado para aniquilar a los españoles. Pero prefirió prolongar la guerra cinco años más.

En octubre de 1819 el congreso de Angostura había forzado a renunciar a Zea, designado por Bolívar, y elegido en su lugar a Arismendi. No bien recibió esta noticia, Bolívar marchó con su legión extranjera sobre Angostura, tomó desprevenido a Arismendi, cuya fuerza se reducía a 600 nativos, lo deportó a la isla Margarita e invistió nuevamente a Zea en su cargo y dignidades. El doctor Roscio, que había fascinado a Bolívar con las perspectivas de un poder central, lo persuadió de que proclamara a Nueva Granada y Venezuela como "República de Colombia", promulgase una constitución para el nuevo estado --redactada por Roscio-- y permitiera la instalación de un congreso común para ambos países. El 20 de enero de 1820 Bolívar se encontraba de regreso en San Fernando de Apure. El súbito retiro de su legión extranjera, más temida por los españoles que un número diez veces mayor de colombianos, brindó a Morillo una nueva oportunidad de concentrar refuerzos. Por otra parte, la noticia de que una poderosa expedición a las órdenes de O'Donnell estaba a punto de partir de la Península, levantó los decaídos ánimos del partido español. A pesar de que disponía de fuerzas holgadamente superiores, Bolívar se las arregló para no conseguir nada durante la campaña de 1820. Entretanto llegó de Europa la noticia de que la revolución en la isla de León había puesto violento fin a la programada expedición de O'Donnell. En Nueva Granada, 15 de las 22 provincias se habían adherido al gobierno de Colombia, y a los españoles sólo les restaban la fortaleza de Cartagena y el istmo de Panamá. En Venezuela, 6 de las 8 provincias se sometieron a las leyes colombianas. Tal era el estado de cosas cuando Bolívar se dejó seducir por Morillo y entró con él en tratativas que tuvieron por resultado, el 25 de noviembre de 1820, la concertación del convenio de Trujillo, por el que se establecía una tregua de seis meses. En el acuerdo de armisticio no figuraba una sola mención siquiera a la República de Colombia, pese a que el congreso había prohibido, a texto expreso, la conclusión de ningún acuerdo con el jefe español si éste no reconocía previamente la independencia de la república.

El 17 de diciembre, Morillo, ansioso de desempeñar un papel en España, se embarcó en Puerto Cabello y delegó el mando supremo en Miguel de Latorre; el 10 de marzo de 1821 Bolívar escribió a Latorre participándole que las hostilidades se reiniciarían al término de un plazo de 30 días. Los españoles ocupaban una sólida posición en Carabobo, una aldea situada aproximadamente a mitad de camino entre San Carlos y Valencia; pero en vez de reunir allí todas sus fuerzas, Latorre sólo había concentrado su primera división, 2.500 infantes y unos 1.500 jinetes, mientras que Bolívar disponía aproximadamente de 6.000 infantes, entre ellos la legión británica, integrada por 1.100 hombres, y 3.000 llaneros a caballo bajo el mando de Páez. La posición del enemigo le pareció tan imponente a Bolívar, que propuso a su consejo de guerra la concertación de una nueva tregua, idea que, sin embargo, rechazaron sus subalternos. A la cabeza de una columna constituida fundamentalmente por la legión británica, Páez, siguiendo un atajo, envolvió el ala derecha del enemigo; ante la airosa ejecución de esa maniobra, Latorre fue el primero de los españoles en huir a rienda suelta, no deteniéndose hasta llegar a Puerto Cabello, donde se encerró con el resto de sus tropas. Un rápido avance del ejército victorioso hubiera producido, inevitablemente, la rendición de Puerto Cabello, pero Bolívar perdió su tiempo haciéndose homenajear en Valencia y Caracas. El 21 de setiembre de 1821 la gran fortaleza de Cartagena capituló ante Santander. Los últimos hechos de armas en Venezuela --el combate naval de Maracaibo en agosto de 1823 y la forzada rendición de Puerto Cabello en julio de 1824-- fueron ambos la obra de Padilla. La revolución en la isla de León, que volvió imposible la partida de la expedición de O'Donnell, y el concurso de la legión británica, habían volcado, evidentemente, la situación a favor de los colombianos.

El Congreso de Colombia inauguró sus sesiones en enero de 1821 en Cúcuta; el 30 de agosto promulgó la nueva constitución y, habiendo amenazado Bolívar una vez mas con renunciar, prorrogó los plenos poderes del Libertador. Una vez que éste hubo firmado la nueva carta constitucional, el congreso lo autorizó a emprender la campaña de Quito (1822), adonde se habían retirado los españoles tras ser desalojados del istmo de Panamá por un levantamiento general de la población. Esta campaña, que finalizó con la incorporación de Quito, Pasto y Guayaquil a Colombia, se efectuó bajo la dirección nominal de Bolívar y el general Sucre, pero los pocos éxitos alcanzados por el cuerpo de ejército se debieron íntegramente a los oficiales británicos, y en particular al coronel Sands. Durante las campañas contra los españoles en el Bajo y el Alto Perú --1823-1824-- Bolívar ya no consideró necesario representar el papel de comandante en jefe, sino que delegó en el general Sucre la conducción de la cosa militar y restringió sus actividades a las entradas triunfales, los manifiestos y la proclamación de constituciones. Mediante su guardia de corps colombiana manipuló las decisiones del Congreso de Lima, que el 10 de febrero de 1823 le encomendó la dictadura; gracias a un nuevo simulacro de renuncia, Bolívar se aseguró la reelección como presidente de Colombia. Mientras tanto su posición se había fortalecido, en parte con el reconocimiento oficial del nuevo estado por Inglaterra, en parte por la conquista de las provincias altoperuanas por Sucre, quién unificó a las últimas en una república independiente, la de Bolivia. En este país, sometido a las bayonetas de Sucre, Bolívar dio curso libre a sus tendencias al despotismo y proclamó el Código Boliviano, remedo del Code Napoleón. Proyectaba trasplantar ese código de Bolivia al Perú, y de éste a Colombia, y mantener a raya a los dos primeros estados por medio de tropas colombianas, y al último mediante la legión extranjera y soldados peruanos. Valiéndose de la violencia, pero también de la intriga, de hecho logró imponer, aunque tan sólo por unas pocas semanas, su código al Perú. Como presidente y libertador de Colombia, protector y dictador del Perú y padrino de Bolivia, había alcanzado la cúspide de su gloria. Pero en Colombia había surgido un serio antagonismo entre los centralistas, o bolivistas, y los federalistas, denominación esta última bajo la cual los enemigos de la anarquía militar se habían asociado a los rivales militares de Bolívar. Cuando el Congreso dé Colombia, a instancias de Bolívar, formuló una acusación contra Páez, vicepresidente de Venezuela, el último respondió con una revuelta abierta, la que contaba secretamente con el apoyo y aliento del propio Bolívar; éste, en efecto, necesitaba sublevaciones como pretexto para abolir la constitución y reimplantar la dictadura. A su regreso del Perú, Bolívar trajo además de su guardia de corps 1.800 soldados peruanos, presuntamente para combatir a los federalistas alzados. Pero al encontrarse con Páez en Puerto Cabello no sólo lo confirmó como máxima autoridad en Venezuela, no sólo proclamó la amnistía para los rebeldes, sino que tomó partido abiertamente por ellos y vituperó a los defensores de la constitución; el decreto del 23 de noviembre de 1826, promulgado en Bogotá, le concedió poderes dictatoriales.

En el año 1826, cuando su poder comenzaba a declinar, logro reunir un congreso en Panamá, con el objeto aparente de aprobar un nuevo código democrático internacional. Llegaron plenipotenciarios de Colombia, Brasil, La Plata, Bolivia, México, Guatemala, etc. La intención real de Bolívar era unificar a toda América del Sur en una república federal, cuyo dictador quería ser él mismo. Mientras daba así amplio vuelo a sus sueños de ligar medio mundo a su nombre, el poder efectivo se le escurría rápidamente de las manos. Las tropas colombianas destacadas en el Perú, al tener noticia de los preparativos que efectuaba Bolívar para introducir el Código Boliviano, desencadenaron una violenta insurrección. Los peruanos eligieron al general Lamar presidente de su república, ayudaron a los bolivianos a expulsar del país las tropas colombianas y emprendieron incluso una victoriosa guerra contra Colombia, finalizada por un tratado que redujo a este país a sus límites primitivos, estableció la igualdad de ambos países y separó las deudas públicas de uno y otro. La Convención de Ocaña, convocada por Bolívar para reformar la constitución de modo que su poder no encontrara trabas, se inauguró el 2 de marzo de 1828 con la lectura de un mensaje cuidadosamente redactado, en el que se realzaba la necesidad de otorgar nuevos poderes al ejecutivo. Habiéndose evidenciado, sin embargo, que el proyecto de reforma constitucional diferiría esencialmente del previsto en un principio, los amigos de Bolívar abandonaron la convención dejándola sin quórum, con lo cual las actividades de la asamblea tocaron a su fin. Bolívar, desde una casa de campo situada a algunas millas de Ocaña, publicó un nuevo manifiesto en el que pretendía estar irritado con los pasos dados por sus partidarios, pero al mismo tiempo atacaba al congreso, exhortaba a las provincias a que adoptaran medidas extraordinarias y se declaraba dispuesto a tomar sobre sí la carga del poder si ésta recaía en sus hombros. Bajo la presión de sus bayonetas, cabildos abiertos reunidos en Caracas, Cartagena y Bogotá, adonde se había trasladado Bolívar, lo invistieron nuevamente con los poderes dictatoriales. Una intentona de asesinarlo en su propio dormitorio en Bogotá, de la cual se salvó sólo porque saltó de un balcón en plena noche y permaneció agazapado bajo un puente, le permitió ejercer durante algún tiempo una especie de terror militar. Bolívar, sin embargo, se guardó de poner la mano sobre Santander, pese a que éste había participado en la conjura, mientras que hizo matar al general Padilla, cuya culpabilidad no había sido demostrada en absoluto, pero que por ser hombre de color no podía ofrecer resistencia alguna.

En 1829, la encarnizada lucha de las facciones desgarraba a la república y Bolívar, en un nuevo llamado a la ciudadanía, la exhortó a expresar sin cortapisas sus deseos en lo tocante a posibles modificaciones de la constitución. Como respuesta a ese manifiesto, una asamblea de notables reunida en Caracas le reprochó públicamente su ambiciones, puso al descubierto las deficiencias de gobierno, proclamó la separación de Venezuela con respecto a Colombia y colocó al frente de la primera al general Páez. El Senado de Colombia respaldó a Bolívar, pero nuevas insurrecciones estallaron en diversos lugares. Tras haber dimitido por quinta vez, en enero de 1830 Bolívar aceptó de nuevo la presidencia y abandonó a Bogotá para guerrear contra Páez en nombre del congreso colombiano. A fines de marzo de 1830 avanzó a la cabeza de 8.000 hombres, tomó Caracuta, que se había sublevado, y se dirigió hacia la provincia de Maracaibo, donde Páez lo esperaba con 12.000 hombres en una fuerte posición. No bien Bolívar se enteró de que Páez proyectaba combatir seriamente, flaqueó su valor. Por un instante, incluso, pensó someterse a Páez y pronunciarse contra el congreso. Pero decreció el ascendiente de sus partidarios en ese cuerpo y Bolívar se vio obligado a presentar su dimisión ya que se le dio a entender que esta vez tendría que atenerse a su palabra y que, a condición de que se retirara al extranjero, se le concedería una pensión anual. El 27 de abril de 1830, por consiguiente, presentó su renuncia ante el congreso. Con la esperanza, sin embargo, de recuperar el poder gracias a la influencia de sus adeptos, y debido a que se había iniciado un movimiento de reacción contra Joaquín. Mosquera, el nuevo presidente de Colombia, Bolívar fue postergando su partida de Bogotá y se las ingenió para prolongar su estada en San Pedro hasta fines de 1830, momento en que falleció repentinamente.

Ducoudray-Holstein nos ha dejado de Bolívar el siguiente retrato: "Simón Bolívar mide cinco pies y cuatro pulgadas de estatura, su rostro es enjuto, de mejilla hundidas, y su tez pardusca y lívida; los ojos, ni grandes ni pequeños, se hunden profundamente en las órbitas; su cabello es ralo. El bigote le da un aspecto sombrío y feroz, particularmente cuando se irrita. Todo su cuerpo es flaco y descarnado. Su aspecto es el de un hombre de 65 años Al caminar agita incesantemente los brazos. No puede andar mucho a pie y se fatiga pronto. Le agrada tenderse o sentarse en la hamaca. Tiene frecuentes y súbitos arrebatos de ira, y entonces se pone como loco, se arroja en la hamaca y se desata en improperios y maldiciones contra cuantos le rodean. Le gusta proferir sarcasmos contra los ausentes, no lee más que literatura francesa de carácter liviano, es un jinete consumado y baila valses con pasión. Le agrada oírse hablar, y pronunciar brindis le deleita. En la adversidad, y cuando está privado de ayuda exterior, resulta completamente exento de pasiones y arranques temperamentales. Entonces se vuelve apacible, paciente, afable y hasta humilde. Oculta magistralmente sus defectos bajo la urbanidad de un hombre educado en el llamado beau monde, posee un talento casi asiático para el disimulo y conoce mucho mejor a los hombres que la mayor parte de sus compatriotas."

Por un decreto del Congreso de Nueva Granada los restos mortales de Bolívar fueron trasladados en 1842 a Caracas, donde se erigió un monumento a su memoria.

Karl Marx

lunes, 18 de noviembre de 2013

E-ntrebitstæ [2] a [Loro]

Hola, soy Munir, el preguntador de esta e-ntrebitstæ. ¿Qué diferencia hay entre una entrevista y una e-ntrebitstæ?

1. La e-ntrebitstæ no hace distinciones de género ni color de pelo.
2. La e-ntrebitstæ es exclusivamente on-line.
3. La e-ntrebitstæ se escribe entera antes de empezar. Se le mandan las preguntas a la víctima una por una. Éstas no varían jamás en función de las respuestas. En este caso concreto, no obstante, se enviaron todas de golpe. El sistema estaba en fase beta.
4. Una e-ntrebitstæ siempre consta de 11 preguntas.
5. Otras particularidades que el lector podrá advertir.

Sin más dilación, la e-ntrebitstæ a [Loro].

1. Ave, Loro.
     Ave, Munch  


2. Elija una palabra de entre las siguientes: oprobio, oblongo, oloroso, óntico, opacidad.
     Oblongo. Esta palabra, como bien sabes, Antoñito, ha sido el eje principal en mi concepción de la estética. Yo cuando trato de captar la belleza en cualquier elemento busco la grondura, término acuñado por la escuela filosófica de la Putrefacción, derivado de las palabra gorda y oronda.

3. Su última obra publicada se llama Literamita o dinatura. ¿Nos explica el porqué?
     Los tres cuentos que componen esta pequeña aberración tratan de mostrar el hecho de la escritura como una forma de volarse la tapa de los sesos esgrimiendo la palabra como arma. Es decir, los protagonistas de los cuentos acaban siendo dominados por su afán de autodestruir sus concepciones y esquemas culturales a través de sus reflexiones y ello les lleva a la desgracia, que abrazan en una suerte de estado de iluminación budista.

4. Elija una palabra de entre las siguientes: orvallo, Olaia, goskomsport.
     Orvallo y Olaia, me da la ligera impresión de que en su estructura profunda significan lo mismo.

5. En el prólogo de su primer libro de cuentos leeemos: "Tal vez esto suene reaccionario, pero no queremos ser recopilados en bases de datos: no queremos que ese monstruo llamado Google decida qué podemos saber y qué no. También: nos negamos a registrar un ISBN, a que nos recluyan triplemente en la Biblioteca Nacional. Queremos que nuestros libros huyan de esa viscosa doble vida que todo lo impregna, que nuestra obra sólo exista allá donde su materialidad se manifieste. Porque nuestros libros están vivos y —al igual que nosotros— tienen derecho a morir." Sin embargo, he podido descubrir que este libro se puede leer online. ¿Cómo se resuelve esta aparente contradicción?
     La idea original del proyecto editorial bárbaro en un principio, al menos para mí tenía dos objetivos: 
     1) vincular directamente a los artistas con sus obras para romper las cadenas de plusvalías que hacen que editores, managers, agentes y demás chupasangres del mundillo artístico, escudándose en una invención que llaman propiedad intelectual, se lucren poniendo al arte al servicio de la democracia.
     2) el segundo objetivo no es un objetivo. Se gestó en mi cabeza durante las clases que impartió la profesora Ana Gallego en la asignatura Literatura hispanoamericana y políticas de mercado en la UGR durante el 2013. De ellas extraje la concepción de la alta literatura en nuestro siglo como un producto de mercado llevado a cabo por las grandes editoriales que, ante todo, tiene que generar beneficios a gran escala. El conocidísimo y canonizado boom fue una decisión editorial para exportar producto made in latinoamérica, con un estilo a la hora de novelar  y un español que podemos intuir diseñado específicamente para el europeo y el norteamericano, que se tragó durante décadas un inmenso caudal literario que corría por las venas abiertas de América Latina. Con el surgimiento de propuestas literarias como el Crack y McOndo de Alberto Fuguet y Sergio Gómez, o la diversificación extrema editorial que realiza César Aira, aparecen los primeros coletazos que empiezan a dar los escritores contra el control que ejerce un canon, en cuyo fondo más profundo no encontramos más que intereses económicos. A mí, personalmente, esto me toca los cojones. Obviamente la guerra ya la han ganado, pero con nuestro pequeño proyecto editorial creo que estamos ofreciendo otra manera de entender la literatura y participar en ella. Esto lo tengo muy hablado con dos de los bárbaros, el hecho de que tu pequeña acción no hiera ni mínimamente a las grandes multinacionales no justifica que participes en el juego que han montado echando mano del manido tópico si total, lo que yo haga no va a cambiar nada. Sabemos que no vamos a cambiar una mierda, pero eso no quita que no podamos elegir qué camino vamos a recorrer y cómo vamos a hacerlo. 

     Aclarado esto, que lo he dicho porque yo a usted no lo conozco de nada y le digo lo que me sale de los cojones, decidimos hacer nuestros libros nosotros mismos y entregarlos de mano en mano. Es como la gente nos ha ido conociendo. Y es a ellos a quienes van dirigidas las versiones en pdf de manera gratuita. De este modo podemos observar que google no es quien les va a llevar hasta allí, aunque les acompañe durante todo el camino. Y en cuanto a lo de la la doble viscosa vida, pues realmente un pdf no es un libro. Pero vamos, que la contradicción es intrínseco motor de toda esta mierda.

6. Elija una palabra entre las siguientes: nada, todo.
     Nada.


7. ¿Dónde están los puntos de cruce entre el punk y la literatura?
     En sus respectivos ojetes supongo. A mí me parece que todo lo que hacemos sin buscar la aprobación de ningún Ente Superior que nos diga lo geniales que somos en ello se parece bastante a lo que hicieron los que pillaron unos instrumentos sin tener demasiada idea y se pusieron a tocar. La literatura es lo que hacemos con respecto a los libros que la contienen. También me ha inspirado mucho para escribir. Tocar los cojones es una motivación tan válida como cualquier otra para escribir. Pero vamos, ya que hablamos de contradicciones voy a citar a Juan Abarca para y ya te quedas tú con la que más te guste:

Editores de libros que no pagan a los escritores nada, nada
si tú no lo has escrito, si tú no sabes coger el boli, nada, nada.
Esos sí que son punkis
Esos sí que son punkis

8. ¿Cómo ve usted, desde su amplia experiencia, el panorama universitario actual? ¿Y el panorama gitano actual?
     He estudiado en tres universidades diferentes y la mejor sin duda ha sido la de Puán. Salías de clase a las once de la noche, porque la mayoría de las materias se daban fuera del horario laboral ya que la mayoría de los alumnos trabajaba. Y no para pagarse los estudios porque era gratuita. Los profesores cobraban poco y la mayoría tenían otros trabajos. La facultad era una antigua tabacalera con las ventanas rotas y a veces se colaban las palomas en clase sin que el profesor sintiese una terrible ofensa hacia su ilustrísima persona. Al salir de clase, en el patio mismo de la facultad, se quedaban alumnos y y hasta algunos profesores a charlar, tomar mate, emborracharse, jugar al ajedrez, y podías encontrarte hasta entripados que te contaban como a Bin Laden lo había matado un niño con un avión teledirigido. Se hacían verdaderas fiestas y batucadas que se colaban por las aulas cuando ya estaba todo cerrado. Se hacían barbacoas gigantes y se vendía comida. Y todo esto lo organizaban los alumnos, que también se encargaban de recopilar todos los apuntes de las materias para fotocopiarlos y ponerlos a disposición de los alumnos a un bajo precio. Grababan y transcribían ellos mismos las clases para aquellos alumnos que no podían asistir a las magistrales. Durante el día algunos niños de las villas pasaban allí la tarde entretenidos en dar balonazos a los grupos de alumnos y profesores o tirar certeras y se les permitía porque en general se aceptaba que aquello era mejor a que estuviesen por ahí haciendo lo que hacían los otros. Lo de por aquí ya lo habrás visto tú mismo así en general. Nuestros amigos de allí llevaban ocho años estudiando -y no por repetir sino por la longitud de los cursos- y decían que eso era su casa. Personalmente con las de aquí no he sentido nada parecido y, por lo general, son bastante aburridas exceptuando pequeños núcleos insurrectos. Aquí la cosa va más de hacerse un curriculum tocho para ser profe y poder tirarse a las alumnas de primero o buscarse un puesto como funcionario y a vivir la GRAN VIDA. 

     Me alegra que me hagas la segunda parte de la pregunta Antonio. Durante el año pasado viví en el poli en Granada, último reducto gitano de una ciudad que se está convirtiendo en un Disneylandia de lo gitano. Es curioso porque tengo entendido que los gitanos cuidaron de la Alhambra cuando aquí nadie le hacía ni puto caso hasta que despertó la atención de los antropólogos ingleses. La poligonalidad, como decía Camarón, es una cosa muy complicada de explicar y obviamente tienes que vivirla. Pero es lo único que queda de esta gente por aquí, lo demás pura fachada.

9. En Wikipedia leemos acerca de Damien Hirst: Uno de sus trabajos más icónicos es La imposibilidad física de la muerte en la mente de algo vivo. Se trata de un tiburón tigre de 14 pies de largo inmerso en una vitrina con formol. ¿Algo que comentar?
     No sé quién es ese notas, pero vamos, me parece una gilipollez como un piano de grande. Y si eso es su obra icónica, dice de él que habrá pagado a mucha gente para que haga todo eso. A menos que me equivoque y el tío se haya metido al mar a pescar al Siluro y lo haya metido él en el frasco, lo cual lo convertiría en el puto amo. Yo en verdad lo que haría para ajustar la obra al título sería meterle a él en el frasco de formol con un tubo para que pudiese respirar y que se quedase así en el museo.

10. Baudrillard afirma que la realidad se identifica totalmente con la ideología. ¿Cree que hay intereses ideológicos intrínsecos en las elecciones que usted ha realizado en (2), (4) y (6)?
     Por supuesto. De hecho en las dos primeras ya las he justificado de antemano sin haber leído esta pregunta. Si no, ¿de qué?

11. Bueno, pues que le follen.
     A ver si es verdad, lo mismo pa ti.

viernes, 15 de noviembre de 2013

E-ntrebitstæ [1] a [Gonzalo Ruiz Suárez]

Hola, soy Munir, el preguntador de esta e-ntrebitstæ. ¿Qué diferencia hay entre una entrevista y una e-ntrebitstæ?

1. La e-ntrebitstæ no hace distinciones de género ni color de pelo.
2. La e-ntrebitstæ es exclusivamente on-line.
3. La e-ntrebitstæ se escribe entera antes de empezar. Se le mandan las preguntas a la víctima una por una. Éstas no varían jamás en función de las respuestas. En este caso concreto, no obstante, se enviaron todas de golpe. El sistema estaba en fase beta.
4. Una e-ntrebitstæ siempre consta de 11 preguntas.
5. Otras particularidades que el lector podrá advertir.

Sin más dilación, la e-ntrebitstæ a [G. Ruiz Suárez].


1. Hola.
¿Qué pasa?

2. ¿Qué es para ti la poesía? (En tres palabras)
Es usted un maleducado. No sé lo que es la poesía pero sé que no funciona. En tres palabras diría: porcentaje de barra.

3. En una entrevista que ya casi es una obra de arte afirmaste que "la poesía joven necesita "reordenar los factores de sus funciones, abrazar el concepto de un juego de suma positiva, plantar un olivo en mayo"". Desde entonces, tus hagiógrafos han elucubrado varias posibles interpretaciones para esa sentencia: ¿podrías explicárnosla? 
Bueno Munir, verás, para empezar mis hagiógrafos, que ya se cuentan por docenas, están adscritos a la subcultura estalinista, por lo que no hay que tenerles muy en cuenta. Respecto a todo lo demás me retracto en todo lo que dije. Ya sabemos que cuando cruzas el charco hay que ponerse en plan emancipación de la Metrópoli, y bailarle el agua a la burocracia militante que te da paso a los hoteles de lujo europeos. La verdad es que me encantan los hoteles y Latinoamérica, otra cosa no, pero hoteles caros tiene a patadas.

4. Muchos piensan que el arte ya ha muerto. ¿Podrías hacer algún comentario al respecto?
Eso es absurdo. El arte no ha muerto, sólo se ha descubierto como otro activo explotador del sistema económico de occidente. Lo que ha muerto es la tontería de que el arte tiene que ser miserable, cosa que ya entendieron Celine, y antes Balzac, cuya única pretensión era entrar en los salones de la aristocracia francesa y pasárselo teta. Los franceses entienden las cosas antes, o las inventan y las hacen pasar como descubrimiento, como nosotros y el continente americano, más o menos.

4b. ¿Crees que los productores de cultura escrita han movido sus piezas peor que otros productores de cultura?
No siempre, aunque sí muchos de ellos, pero a esos ya los descubrió Parra como los tontos solemnes. Por ejemplo, Neruda: con el cuento de la militancia comunista viajaba por todo el fokin mundo de recepción en recepción y sin embargo era un bastardo hijo de puta que embaucaba adolescentes tímidas y le escribía poemas a Stalin. No sé si esto contesta a tu pregunta.

5. ¿Qué es para ti la poesía? (En dos palabras)
Literatura industrial

6. ¿Qué te produce más asco, el arte canónico o el marginal?
Están ahí ahí. El comercial no me afecta demasiado porque nadie tiene obligación de consumir lo que no le interesa, se pueden cerrar puertas o vías de información. Hasta cierto punto, sé que la pava de las sombras de grey existe pero tampoco me he molestado en saber nada más. Aún así no vivo en el puto campo por motivos de peso, como que da puto asco y no ofrece ninguna comodidad, y soy consciente respecto a la imposibilidad de escapar de mis condiciones materiales. 
Respecto a la literatura marginal, no creo que exista sólo como contrario a la literatura canónica. Es como la historia del informático que llega a ciertas cotas de conocimientos como para derribar el sistema y es entonces cuando el sistema le empieza a comprar cosas bonitas. Más o menos así lo veo, como un tránsito farragoso hasta llegar a lo canónico. Y lo canónico es Fresán vs Paco Ayala. Aunque Pablo Cortina podría ser considerado canónico en el Slam, pero tampoco creo que vaya a trascender si sus intereses siguen enfocados a lo momentáneo -ganar el slam- y eso, queramos que no, deja de interesar a la crítica por no ser un proyecto poético consistente. Aún así el proyecto de los poetas slumers me parece interesante por la rapidez que implica, creo que refleja críticamente le monde en el que eu vivo. El formato, la mayoría de cosas son basura.

6b. ¿Y entre el arte cósmico y el vaginal?
El arte cósmico me parece fokin escoria. Entiendo que juntar palabras no es hacer poesía, la metáfora es un mecanismo interesante para el ocultamiento, lo cual es lícito en un mundo en el que gracias a internet parece que lo puedes contener todo, pero de ahí a los elefantes rosas o la literatura onírica hay un paso. Eso en realidad quería decir con el poema 2 de Gente, es un fokin sueño puesto en verso. La poesía es prosa con el intro en la mano, mira,
esto que te 
escribo Munir
amigo
podría ser un verso 
de puta madre
No, en serio, eso es basura, pero hablar con imágenes aleatorias no tiene porque ser poesía y estoy pensando en la poesía de Luna Miguel: hospitales llenos de tigres, tigres llenos de poemas de Ledo Ivo, chinguen a su madre.
Respecto al arte vaginal, creo que era una opción política interesante hace 30 años. Lo cierto es que yo hasta hace poco me consideraba feminista pero visto lo visto, es decir, leído lo leído, lo que parece que está claro es que hombres y mujeres en el plano crítico estamos en el mismo nivel. En el mismo nivel lo mismo de jodidos. Entendí y apoyé la lucha feminista por el capital simbólico de los hechos culturales hechos por el género mujer, pero, siguiendo la teoría queer como yo la entiendo es necesario -no necesario apocalíptico, necesario más bien sería interesante- seguir con la lucha por la desgenerización de los individuos de las sociedades acomodadas. Claro que en la selva de Chiapas, a lo mejor, es un paso que implica cierta descohesión en una lucha que nosotros ya pasamos, pero coño, en las ciudades de Europa que además son fokin museos del letargo pues interesa tener algo por lo que comerse la cabeza. 

7. He oído que has publicado un nuevo libro, Gente con sombrero. ¿Podría llamarse también Gente con tarrina?
No podría. Es un libro sin fuste, sin proyecto, con la única pretensión de sacárselo a cinco euros a la gente de Madrid. Y enchavalar a alguna de graná. Claro que esto es visto como valor negativo en el mundillo de la poesía porque aquí todos tenemos que sostener la mierda de la poesía como si fuese algo puto sagrado y no lo es en mi opinión. 

7b. ¿Y Gente que fuma a la puerta de un hospital? 
Si podría, con ciertas reminiscencias a la poética de Herbert al cual yo admiro por el simple y plano hecho de que no me aburre. 

8. ¿Qué es lo más grande que jamás has sentido?
Eso es una pregunta muy pendeja y tú y yo lo sabemos, pero seguramente tenga que ver con la oxitocina y Paula, por lo reciente.

9. Dos posibles utilidades para un cepillo de dientes.
Un cepillo de dientes puede ser un acto de amor. Y un coso para lavarse los dientes. 

10. ¿Qué es para ti la poesía? (En una palabra)
Veintena

11. Adiós.
Taluego.

lunes, 11 de noviembre de 2013

[Entrevista]: Antonio Martínez Sarrión


Pincha aquí para descargar el audio de la entrevista.

¿Qué opinión te merece la poesía actual?
Vamos a ver. Yo he sido un lector de poesía, como de prosa, como de todo, infinito, pero con los años normalmente van variando los gustos. En estos momentos yo leo muy poca poesía, por aburrimiento. Cuando tengo mono de poesía me voy casi siempre a los mismos. Yo leo en tres o cuatro idiomas, pero ninguno de ellos me da tanto como mi propia lengua. En el momento en que tengo mono de poesía me voy a mis grandes clásicos (y contemporáneos), es decir, al siglo XVI y XVII español y a los grandes poetas latinoamericanos, que fundamentalmente son del siglo XX. La gran poesía en español es del siglo XX. Sabéis perfectamente que el siglo XIX en España -salvo alguna excepción- es un erial. En el XVIII ya no había ningún poeta, y en el XIX están Bécquer en Castilla, Rosalía en Galicia y Maragall en Cataluña. Vamos, una pobreza infinita. Nosotros tenemos el gran hándicap -aparte de otros históricos- de no tener una gran literatura en esos siglos, que es cuando la tuvo Europa. Dicho esto, que es como yo veo la historia, cuando tengo mono de poesía me voy a mis buenas ediciones de los clásicos.
Naturalmente, no soy tan pedante ni tan pedorro como para no leer a mis contemporáneos. Sí los leo, pero naturalmente tengo dificultades visuales y cansancio, así que voy seleccionando. Los nuevos poetas los busco a través de antologías y de libros que me mandan. Si un poeta me manda un libro, por lo menos lo hojeo. En algunas ocasiones les contesto. Leerlos, no tanto.

En esa línea, ¿cómo marcó su carrera el hecho de que le incluyeran en la antología de los novísimos?
Primero, en el años '70 la poesía tenía otros componentes. No muchos, no muy variados, pero sí considerablemente distintos a los actuales. Todavía entonces se funcionaba por grandes antologías. Todo el siglo XX está lleno de las antologías que hizo Onís, las que hizo Ruano, Enrique Azcoaga, la Antología consultada, la primera de Castellet, en fin, la mar en coche, ¿no? Funcionaba por grupos y por oleadas. La última avanzada, entonces, lo que hacía era renegar totalmente de lo anterior. Esta dinámica atravesó el siglo XX hasta mi generación. Esto era un cuartel repulsivo y Castellet era el único tío que tenía audiencia, tanto aquí como en Europa. Conocía a todos los editores de poesía y no-poesía en Francia, en Alemania, en Italia... Cuando Castellet, Barral y Gil de Biedma llegaban a Italia, los italianos, que eran gente de izquierda igual que ellos, los adoraban, les invitaban a comer, a cenar y a copas. Tenían una mala conciencia porque los españoles estábamos metidos en el franquismo.
Entonces Castellet, que en este momento tendría menos de 40 años, trató de hacer una primera antología en los '60. Fallida, como él ha reconocido varias veces, porque excluyó a Juan Ramón Jiménez pensando que la poesía simbolista no interesaba en aquellos tiempos. Yo creo que en aquellos tiempos la política era algo fundamental. De todas formas, la antología fue un campanazo; recogía 20 años de poesía española de tendencia más bien comprometida contra la dictadura, pero evitando -error garrafal- recoger en ella al que para mí es -junto a Machado- el mejor poeta español del siglo XX.

Ahora que has mencionado el compromiso: ¿crees que hoy en día hay una necesidad de poesía comprometida?
A ver, yo creo que la poesía estuvo comprometida siempre, para bien y para mal. Lo que ocurre es que entre la poesía comprometida -y este término no me gusta nada- había una poesía que era oblicua; tenía grandes capacidades retóricas para meter un mensaje -otra palabra horrible- o al menos una opinión del mundo. Y había otra que era una pura reproducción de panfletos propagandísticos (perfectamente legítimos, pero que no era poesía sino montones de poetas jóvenes). Incluso yo llegué a escribir puro panfletismo, aunque felizmente me perdieron mi primer libro. Los poetas que más admirábamos en ese entonces eran Gabriel Celaya y Blas de Otero, de los cuales llegué a ser amigo. Mucho antes de eso, en el año 56, cuando yo era un jovencito que llegaba a Murcia a estudiar (ya ha llovido y se ha secado el barro) y me reunía -por olfato, como siempre- con otros tres o cuatro inquietorros curiosones de la literatura y de la cultura y de la poesía en particular, cuando podíamos conseguir un libro al que era difícil acceder nos arrodillábamos. Por culpa de la censura, los libros se publicaban en México o en Buenos Aires y aquí eran carísimos. A alguien le compraba su abuela un librito de Blas de Otero o de Gabriel Celaya y circulaba entre nosotros. Realmente, en aquel mundo angustioso y cerrado leer poesía contra la situación en la que estábamos era la felicidad. Ése es el clima en que yo me eduqué y me empecé a interesar por la poesía.

Entonces, ¿cómo ha cambiado tu visión de la poesía desde que tenías 20 años hasta hoy?
Bueno, ha cambiado porque entonces, como para todo idealista, Bondad, Belleza y Verdad -en el sentido platónico- eran indistinguibles. Bebíamos de las poéticas de Shelley, Hölderlin y los genios del romanticismo italiano, inglés y alemán. Nos interesaba lo que era bueno, bello y verdadero. A los dieciséis años no podíamos admitir que hubiese un poeta que fuese un criminal y un genio. No nos cabía en la cabeza. Esto configuraba un pensamiento rígido, y no sólo en la poesía.

Me he quedado sobre todo con lo de “el sentido platónico”... ¿qué opinión le merece el griego clásico?
Yo tuve suerte, porque hubo una gran profesora en bachiller con la que estudié tres años de griego en mi instituto de Albacete. Ella hizo lo que pudo, pero por supuesto a mí ya se me ha olvidado todo lo que me enseñó.
Yo creo que lo primero que habría que hacer es reimplantar absolutamente las tradiciones clásicas: el latín y el griego lo primero. Si yo fuera un ministro y no la mierda esa que se llama Wert <sic> lo primero de todo para alguien que quisiera cursar humanidades, latín y griego obligatorios. Javier Solana, por ejemplo, el ministro aquel de hace treinta años, llegó a los Estados Unidos. Él era muy pronorteamericano, pero el desastre cultural de los Estados Unidos es absoluto salvo 3 o 4 figuras, porque allí realmente lo que importa es lo técnico y lo funcional. Y eso es lo que le gustaba a Solana. Así que mandó a la mierda el latín y el griego, que fueron la base de toda Europa durante cinco siglos. Los mandó a la mierda. Y así están las situaciones como están. Si no entramos en el latín y el griego clásicos como base de sustentación no hay nada que hacer.

Hay unos versos suyos que nos gustaron y nos parecieron curiosos porque aparece en ellos una figura que nos interesaba.
Era sosa y vulgar la animadora
un pálido remedo de la reina del vicio americano
o sea, Rita Hayworth.
¿Qué opinión le merece Rita Hayworth?
Vamos a ver. Rita Hayworth para mí, una persona de 74 años... cuando yo vi Hilda, esa película absolutamente malévola del mejor cine negro americano que fue la que la lanzó al estrellato mundial como un cohete, una especie de explosivo (por cierto, que coincidió casi con Hiroshima), aquella pelirroja que es toda sensualidad sale al mundo como imagen femenina totalmente inédita. Ya había habido rubias, Clara Bow, la desdichada mujer de Clark Gable, que murió en un accidente o las divinas suecas (la Greta y la Marlene, tal y cual...). Pero de pronto sale ésta, que era medio española, y el mundo entero se queda absolutamente asombrado. Por su sensualidad y porque la película era profunda y absolutamente amoral, porque al final salen vencedores los malvados, ella y el gran Glenn Ford, que le da la celebérrima -y reproducida hasta la angustia- bofetada. Esa película aquí -que había un control clerical y político absoluto- espera, espera, espera, espera... la permitieron. Yo no sé qué pasó. Habría dinero de por medio para los jerarcas franquistas o lo que fuera, pero se puso. Ahora bien, la iglesia se opuso radicalmente, y eso que hasta entonces el régimen y ella habían sido indiscernibles. En los años cuarentaycinco, pasada la locura pronazi -que nunca fue nazi en realidad- del hijoputa de Franco la unión a muerte es con la iglesia. Pues se enfrentaron de manera muy seria por esta película, por Hilda. Yo la vi con estos ojos en mi pueblo, a aquella Rita Hayworth que, quitándose los guantes, se desnudaba de manera mejor y mucho más sutil que en un desnudo entero. Su imagen, en los carteles, recibió tinteros de tinta, y en los púlpitos de las iglesias se decía: el que vaya a ver Hilda no tiene perdón de Dios ni de la iglesia ni de nadie. Era horroroso. Bueno, Hilda es una obra maestra del cine en estos momentos. A mí ella me gusta muchísimo y además me da mucha tristeza porque tuvo una trayectoria muy jodida y se fundió a través de malos matrimonios, alcoholismo... ya conocemos la historia.

Y viniendo al territorio nacional, ¿qué le parece Carmen Sevilla como la Rita Hayworth española?
No. Lo que pasa es que era muy bonita de cara, la chiquilla, y muy graciosa. Carmen Sevilla era graciosa, pero jamás podía llegarle a Rita Hayworth a la... quizá había una similitud: que eran dos muñequitas. Es decir, en aquellos años cuarenta el star system, que es lo que funcionaba en Hollywood, se copió y hubo un star system a la española, a la polaca, a la francesa... y del español Carmen Sevilla quizás fue la mayor en el plano cancionetista, aunque estaban Lola Flores, que era otro genio, y muchas otras. Yo me acuerdo de que mi viejo amigo Terenci Moix -que se vino a vivir a Madrid en el 64 y estaba todo el día conmigo- era un loco del cine y la literatura acabó haciendo un libro en el que repasaba a todas las artistas españolas, que se caracterizaban por ser todas cupletistas, no, mejor, las Grandes de la Copla. Tampoco eran copleras, ni grandes figuras del flamenco.
Pero desde luego Carmen Sevilla era importante y con ella vinieron a hacer películas Jorge Negrete, Luis Mariano... me parece que incluso llegó a trabajar con Vittorio de Sica o algo parecido. Neorrealismo rebajado. Pan, amor y fantasía. Pan, amor y jealouseía. Pan, amor y Andalucía. La misma fórmula del comandante Carotenuto.

Relación de la poesía con Dios.
Que quede muy claro. Yo soy absoluta y totalmente agnóstico. No, mejor dicho, ateo. Ahora, no hay cosa que me interese más que lo que Rainer María Rilke llamaba “lo abierto”. A lo desconocido, a lo mágico, a lo insólito. Me interesa el fenómeno religioso, pero aborrezco radicalmente toda religion establecida, sea monoteísta o politeísta, ya que toda religión establecida implica una jerarquía, y toda jerarquía es un crimen. Se llamen protestantes, budistas, adventistas del séptimo día, hebreos... toda iglesia establecida y jerarquizada es delincuente. A mí me interesa es el concepto de lo desconocido, lo abierto. Puedes llamarle Dios o lo que sea. Un día mi hijo pequeño me dijo: “papá, ¿tú crees en Dios?”, y le contesté: “en cuál”. Lo terrorífico es que todos los monoteísmos criminales que hoy en día seguimos sufriendo nos hacen creer esa estupidez infinita de que hay un solo Dios que además está continuamente pendiente de cada uno de nosotros. Algo absolutamente espantoso, pero la gente lo cree. Que hay un señor por ahí, en las altísimas esferas, que está preocupado de si robas o no robas, de si comes o no comes, de si trabajas o no trabajas, de si te la meneas o no te la meneas. La gente lo cree. La gente lo cree. En este país si creías en otra cosa te echaban inmediatamente al brasero de la inquisición. La gente de aquí vota a la derecha, digamos al partido popular, que para mí no tiene ningún tipo de prerrogativa frente a la mierda que es el partido socialista. Toda esa gente, que parece ser más cercana a la iglesia, es profundamente nihilista, no creen en nada, no creen en Dios, no saben nada de religión. A un Rajoy o una Esperanza Aguirre o aquellos hijoputas delincuentes les dices “hábleme usted de lo que es la predestinación en Calvino” o “cuál es la noción que se desprende de la zarza ardiendo en la Biblia o de la lucha de Jacob con el ángel”. Ellos, que son más cristianos que nadie, padecen analfabetismo en todo, y sobre todo en religión. Totalmente ignorantes.

¿Describió, entonces, Unamuno bien la sociedad española?
Unamuno era maravilloso. Era un hombre muy complejo y muy contradictorio. Todas sus tomas de postura fueron volátiles; sus adhesiones y sus fobias. Por hablar de su última etapa. No sé si sabéis que cuando se dio el golpe de estado en el 36 Unamuno -que había estado contra Primo de Rivera y a quien la República había adorado- se adhirió inmediatamente al bloque fascista. Llega el 18 de Julio, sale del casino de Salamanca, en la Plaza Mayor y dice “ahora a por el faraón del Pardo”. Quería liquidar a don Manuel Azaña. Tras todo ese despropósito de don Miguel -que es la figura más egregia que teníamos junto a José Ortega y Gasset- llega el 12 de octubre y, en un acto que él preside en Salamanca junto al obispo y a un militar, Millán Astray, que era un legionario, dice viva la muerte y Unamuno responde “viva la vida. Ustedes son unas bestias y unos analfabetos”, mientras lo encañonaban los legionarios. Por eso tuvo que intervenir la mujer de Franco, para pararlos, porque lo mataban.
Unamuno era un hombre de un ego enorme. De hecho, cuentan que don José Ortega y Gasset estaba en su despacho con alguien y le dijo: “perdone pero tiene que marcharse, que viene Unamuno y su ego ocupa todo esto”.

Ahora vamos a pedirte tres recomendaciones: un libro, una película y un viaje.
Veamos. ¿Un libro? El Quijote. ¿Una película? El tercer hombre. En cuanto al viaje, a cualquier destino siempre que fuera del norte de Italia, sobre todo la región de los lagos. Ése es un viaje porque algo me espera allí; algo muy importante. Además, últimamente he vuelto a leer La cartuja de Parma, de Stendhal, que transcurre en esa zona y me he quedado otra vez pasmado.
Si me pedís un viaje que haya hecho, diría Berlín; me parece una ciudad maravillosa.

¿Esos viajes han nutrido su experiencia a la hora de escribir?
No me digas de usted, joder. Todos los sucesos de mi vida, elaborados a través de la palabra, alimentan mi poesía, como todas las poesías del mundo. Y también la guerra. Homero hizo a partir de la Guerra de Troya esa maravilla que es la Ilíada.

Es que ahora nos enseñan a no pensar en el autor.
Eso es un horror de lo que se llamó el telquelismo, o la textualidad frente a la biografía. A mí lo que más me interesa de la literatura es la biografía, y estoy contra el texto puro y duro. Roland Barthes era un gran crítico, y Maurice Blanchot probablemente también, y algunos otros telquelistas. Querían apartar cualquier elemento externo al texto. Yo soy todo lo contrario. Me gusta mucho el texto y la biografía y la cultura de la época me lo enriquecen de manera infinita, lo cual las reducciones semióticas jamás logran. A mí en los 60 me recomendaban leer a los franceses. No, mire usted, no. Yo soy de la escuela historicista. Baroja decía que lo que a él le interesaban eran las anécdotas, igual que Merimée. Pues a mí, lo mismo. Ahora, las anécdotas bien contadas. Las anécdotas, bien contadas.

Has nombrado a Baroja. Yo venía leyendo a Bolaño.
Bolaño es uno de los autores que yo he leído con absoluto placer. En prosa castellana, en los últimos treinta años, mi gran descubrimiento y mi gran pasión es Bolaño. También, naturalmente, me gusta mucho la primera etapa de las novelas de Marías. Era muy bueno. Al final, ya no. Está cansado. Pero en la etapa de los 90 produjo 4 o 5 novelas de primer orden. Pero Bolaño es muy superior.

¿Y Borges?
Si me hubieses pedido los tres narradores más grandes de mi lengua yo a los que amo sobre todo son Cervantes, Valle-Inclán y Borges. Hay montones de grandísimos escritores que han escrito en nuestra hermosísima lengua, pero para mí esos tres son lo máximo.

¿Qué relación crees que hay entre las drogas y la literatura?
Yo creo que en estado segundo, de alucinación drogada, se ha escrito parte de la literatura fantástica y visionaria, la que a mí más me interesa. Está muy bien ponerse en estado de trance; yo me he puesto, y con muchas cosas. Yo he bebido mucho, he fumado mucho... salvo la heroína, que me negué radicalmente desde el principio, lo he probado todo. Hay textos míos que están escritos en estado de normalidad -si eso existe-, pero rememorando experiencias de estados segundos. Ahora bien, muchos grandes críticos y escritores no se han cansado de repetirlo: para escribir hay que estar del todo lúcido. En ese estado, puedes contar todas las locuras y los descensos a los infiernos que quieras. Hay algo muy engañoso que a mí me ha sucedido: cuando estás colocado y bien colocado (por ejemplo con marihuana o hachís o ácido lisérgico) dices “coño, lo que se me está ocurriendo” y luego al día siguiente lo lees y dices “vaya mierda. Pero si esto es una trivialidad y una tontería”. Por eso hay que tener gran cuidado. Haga usted todos los experimentos, a ser posible sin riesgo, porque la vida tiene sentido, pero cuando escriba, escriba a pan y agua.

Entonces Baudelaire y Benjamin...
Pero Baudelaire y Benjamin, por las biografías que conocemos, yo creo que escribían lúcidos. En los poemas de Baudelaire resuena su condición de alcohólico y opiómano, pero cuando los escribe hay un control absoluto. Baudelaire es uno de los escritores más controlados de la historia de la literatura; de los menos automáticos.

¿Tiene sentido leer poesía traducida?
Se ha dicho muchas veces “traduttore, traditore” (traductor, traidor). Eso es cierto. Hay un genio en toda literatura, y sobre todo en la poesía, que es inalcanzable, metafísico, musical, ontológico, o como quieras llamarlo, que está metido en toda la estructura de la lengua, en toda su música y su ritmo. Y, sin embargo, toda la poesía universal ocurre de traslados de unos poetas a otros, de unos idiomas a otros. No se puede traducir, pero no se ha hecho otra cosa que traducir poesía. Fijáos en la paradoja.
Yo he leído mucha traducción de poesía japonesa y me he preguntado: “¿qué quieren decir éstos, si sus pictogramas son tan bellos como inaccesibles?” Sin embargo, yo creo que al menos un frescor, una ventolina de los grandes maestros del haiku nos llega en traducciones.
La influencia de la poesía oriental en la occidental es importantísima. Ya se sabe que San Juan de la Cruz, que es la máxima figura de toda la poesía en castellano, estaba influido por la mística árabe. La influencia de la poesía oriental en la occidental es inmensa; mayor que la de la occidental en la oriental.
(Julio le pregunta por el Libro de Buen Amor)
El Libro de Buen Amor es una locura, es una maravilla. Eso no lo lee nadie. Pero me da igual. Bueno no, no me da igual: me molesta mucho. Por eso cuando yo he tenido que actuar en colegios de secundaria les digo a los chicos: “si los profesores os obligan a leer El Quijote, negaos”. Yo odio que les pongan a los chicos de doce o trece años El Quijote. Porque El Quijote es un libro que hay que leer a los cincuenta años, y a mí me da mucha lástima y me produce muchísima congoja que los niñitos odien El Quijote, y eso tiene que saberlo un profesor de letras. Se les puede dar un libro de viajes de Delibes. Se les puede dar un librito de viajes -mejor o peor- de Cela. Una novelita de Muñoz Molina. Pero Cervantes... a mí no me ponga usted las manos sobre Cervantes antes de tener 50 años, porque entonces será cuando usted verá lo que es bueno.

¿Qué te parece el hecho de que hayan colocado en la que fue la casa de Cervantes, en el barrio de las letras, una tienda de prótesis?
Irónico, surrealista. Señores, si ustedes no atienden a este patrimonio... yo he llevado a mucha gente a ver dónde está enterrado Cervantes.
En alguno de mis viajes a Inglaterra, he estado en Stratford, y he visto el culto que tienen a su hombre preclaro, posiblmente el más preclaro de la escritura universal. Si me dijeran: ¿cuál es el escritor más grande? Más grande que Dante, más grande que Homero... para mí es Shakespeare, evidentemente. Pues Cervantes es de esa categoría. ¿Ustedes han visto, no ya las prótesis, sino el estado en que tienen aquello? No interesa. No interesa. Hacen grandes festivales los académicos polvorientos. No interesa. Y además joden la historia, porque Cervantes es un escritor para adultos, un hombre de una infinita complejidad, de una infinita riqueza y, si me apuras, de una infinita tristeza, pese a su lado humorístico. Lo que ocurre con Cervantes es que respecto a todo el lado bronco que tiene la literatura española -acordaos de Quevedo y de Valle-Inclán- ofrece una mirada que no es muy castellana, una mirada muy compasiva. También puede ser muy duro, pero lo fundamental en él es su piedad. Y eso no es nada normal en nuestra literatura ni en el carácter nacional.

¿Piensas que ahora la gente lee?
No sé si la gente lee. Lo que sí sé, y eso lo suelo contar, es que en las pocas librerías en las que los libreros saben lo que venden y no son mercachifles nunca ha habido en castellano unas traducciones tan solventes como las de hoy. Yo me alimenté en los años 50 de la colección Universal que hacía Espasa Calpe antes de la Guerra Civil. Era lamentable. Leer a Dickens o a Faulkner en traducciones argentinas era una tortura. En estos momentos está a nuestra disposición toda la literatura universal. Maravillosamente traducida, prologada, estudiada y anotada. Lo que pasa es que no se lee. Si a la gente se le ocurre algún día leer se va a la feria del libro y se compra una novela de un escandinavo que es una historia de suspense o de novela negra. Eso es lo que la gente compra en estos momentos: literatura de estación de ferrocarril, de aeropuerto. Ahora se ha puesto muy de moda, y eso lo han aprovechado los suecos y los noruegos y los daneses y ahora tendrán un montón de gente en talleres de hacer thrillers o películas negras a la escandinava. Y eso es lo que la gente está leyendo, cuando lee, que es poquísimo, entre otras cosas porque están todo el día metidos en la televisión. La gente está currando y cuando llega a su casa se pone en la tele. Sobre todo los varones, que somos muchísimo más brutos, las mujeres creo que leen algo más. Los varones de 20 a 60 años no leen nada. Ven partidos de fútbol en la televisión, o noticias, o series, o mierda.

¿Es usted aficionado al fútbol?
Nada. Odio el fútbol. Odio todos los deportes. Lo siento. Y sobre todo los deportes multimillonarios, los deportes en los que el señor Messi o el señor Ronaldo están cobrando cantidades absolutamente galácticas. Naturalmente esto está utilizado políticamente, ¡bueno! Cuando yo era joven Franco metió a su equipo -que era el Real Madrid- a través del Bernabeu para entontecer al personal, como hacían los emperadores romanos: pan y circo. Pues entonces, que yo creía que estábamos alienados, no era nada comparado con lo que es hoy. El fútbol en estos momentos, tal como está estructurado (en retransmisiones, en partidos, en figuras, en sociedades anónimas) es mucho peor, y va totalmente de la mano con la televisión. Las empresas multimillonarias del fútbol llegan a acuerdos con las emisoras para darles exclusivas: es un negociazo absoluto. Con la literatura esto no pasa, claro. Sin embargo antes, en los años ochenta, que vosotros no lo conoceréis, en el programa Blanco y negro adaptaban una obra del teatro universal (desde Esquilo a Pirandello) con una dignidad absoluta. ¿Por qué no ponen grandes obras de teatro y ponen mierda de series americanas sobre hospitales centrales o sobre mierda puta? ¿Pero qué coño me interesan a mí las historias de un hospital norteamericano? Durante el franquismo se ponía El avaro, de Molière, o La vida es sueño u obras de Chejov a las nueve de la noche, en prime time. Eso era calidad. La televisión es el veneno absoluto. Yo no veo jamás la televisión.

¿Qué opinas de Dragó?
Sánchez Dragó fue íntimo amigo mío, y en un momento determinado -exactamente en el año 70- se convirtió en el mayor canalla que existe. Un sinvergüenza absoluto.

¿Son buenas las ediciones digitales, o sigues recomendando el papel y el libro?
Yo, la verdad, si los chicos en las tabletas leen, pues bienvenidas sean. Lo que pasa es que me temo que eso no es así. Os voy a contar una anécdota. A mí me parece que el máximo escritor vivo, como crítico de la cultura, es George Steiner. No sé si sabréis quién es. Si no habéis leído a George Steiner no habéis leído nada. Hay que empezar leyendo a George Steiner. Sus obras están escritas en inglés -aunque él es cuatrilingüe-, y están en todas las librerías. Hay que leer a Steiner porque es el hombre que mejor ha explicado -después de Eliot y de Octavio Paz, quizá- qué es leer y qué sentido tienen la lectura y la cultura y el hombre. Tiene ochenta años y ha estado en universidades de todo el mundo, pero sigue publicando. Yo soy un gran admirador suyo: para mí es mi dios. Judío, naturalmente, pero no sionista. En sus libros mete unos viajes a los comportamientos políticos y estratégicos y militares del estado de Israel y sus infinitos crímenes contra los palestinos que lo acreditan como judío totalmente honrado. Ése es George Steiner. Por favor, leed a George Steiner. En su último libro decía: “unos colegas míos y yo hicimos una prueba de análisis de riqueza léxica de los mensajes que intercambian los jovencitos y las jovencitas en sus soportes digitales. ¿Saben ustedes con qué cantidad de palabras se manejan? Con setenta.” ¿Van a mejorar algo la tableta y el móvil? Si siguen mandándose mierda con setenta palabras estúpidas no. Funcionar con setenta palabras es no vivir. Naturalmente, la riqueza del mundo radica en el nombre, en el verbo, en la enunciación. Los chiquitos y las chiquitas no tienen la culpa, claro. Quienes tienen la culpa son todas las grandes compañías y los políticos que están completamente arrodillados.

¿Existe una relación entre la literatura y la pobreza? ¿Existe el genio como tal?
Hay una cosa que sí existe. Sin duda alguna, en un Shakespeare o un Valle-Inclán hay algo dado, posiblemente genético que los hace proclives, curiosos, sensibles a las palabras como no somos los demás y, naturalmente, inventivos. Si además viven rodeados de un ambiente cultural muy rico y muy selecto... pero incluso gente que ha tenido sólo el toque genético pueden llegar a ser grandes genios. Se conocen grandísimos escritores cuya infancia fue precaria hasta la limosna. No es mi caso, como no es el de Gloria Fuertes ni el de Miguel Hernández. En mi casa, por ejemplo, no se pasó hambre nunca, pero los salarios de mi madre y de mi padre eran absolutamente minúsculos. Hablo de los años 40, cuando yo me crié.
Con todo, casi todos los escritores han salido de la clase media, aunque no siempre. En el siglo XVII los que escribían eran, fundamentalmente, curas o nobles o soldados o gente de la corte, pero eso cambia radicalmente en los siglos XVIII y XIX, sobre todo en el XIX, en el que la burguesía hace su revolución y todos los autores de óperas y de operetas y de novelas son atrapados por la burguesía, aunque la poesía no les interesa para nada. Cuando llega el XIX los burgueses dicen lo mío es la ópera, la novela (Dickens)... y a los poetas que les vayan dando por el culo.

¿Es la poesía, entonces, necesariamente elitista?
Tuvo que serlo a partir de un momento, pero no creo que lo haya sido siempre. No lo fue, por ejemplo, en la época de los juglares, y quizás en el siglo XVII tampoco tanto. Cuando sí fue radicalmente elitista y desafiante fue cuando la burguesía en el XIX rechaza a los poetas y éstos dicen: os vais a enterar. Entonces nacen unos cifrados absolutamente herméticos que duran hasta hoy. Y esto lleva, naturalmente, a algunas situaciones desastrosas. Poetas suicidas, asesinados, enfermos, sifilíticos, arrastrándose por las calles en la pobreza más absoluta... las dos docenas de genios que montan la poesía moderna desde el simbolismo llevaron una vida desastrosa. Quien tampoco lo admitía fue Goethe cuando dijo en su lecho de muerte: no os preocupéis, no fui feliz. Ya que todo hacía pensar que vivía en el esplendor, en el antibaudelaire, en el antiverlaine, en el antirimbaud.

La Real Academia.
Escuchad esto de Rubén Darío, que era un poeta genial: y de las blasfemias / de las academias / líbranos señor. Un catedrático de universidad al que han metido en la RAE, que a mí no me interesa nada, se cree un dios. Si tú eres un alumno y no estás en el grado de servilismo y genuflexión absolutamente miserable que ellos exigen no eres escuchado. Quien considere que existe una única lectura de Gracián o de Benet no debería estar dando clase. Aparte: estar o no estar en la RAE es exactamente igual, porque es un sitio detestable. Y si empiezas a pasar lista de quiénes van siendo académicos te quedas absolutamente pasmado, es decir: un señor que es la negación absoluta de toda literatura y la exaltación de todo el comercio miserable como es Pérez Reverte. Y ahí lo tienes, en la RAE. Una señora que no sabe poner una palabra detrás de otra y si las pone aburre a las vacas como es Soledad Puértolas, ahí la tienes. Y además firman; firman después de artículos: Rosa Montero, de la Real Academia Española. Yo me quedo pasmado. Tienen poder. Tienen poder y nos cagan porque tienen poder.

¿Qué te parece la afiliación de Heidegger al partido nazi?
Es una cosa casi inexplicable. ¿Cómo un hombre con la cabeza de Martin Heidegger pudo caer en esa brutalidad absolutamente primaria del partido nazi? Pues ahí está. Y hay libros y libros y libros que se han vuelto tarumbas intentando explicarlo. Marcad en internet, si no. Ésa es otra muestra de que verdad, belleza y bien no coinciden. El bien y el mal son categorías para entontecer a la gente. Tienen unas enormes interacciones en la vida y en el arte, y el que intente separarlos es un fundamentalista asqueroso. Aunque si alguien dice: éste es el bien y éste es el mal y hay que estar con el mal... con ése ya tengo una cierta simpatía. Todo el mundo entraña una contradicción. Creo que la humanidad está fundada en contradicciones, es decir, en tropiezos y superaciones. Yo soy muy dialéctico heraclitiano, hegeliano y marxista. Mi marxismo está fundado en lo mejor de Marx y, naturalmente abomino de todas las aplicaciones que los llamados marxistas hicieron de su teoría. Yo no estoy de acuerdo -aunque en la juventud sí lo estuve- con Lenin, y mucho menos con Stalin y con Mao. Todos en política te dirán que son unos ultraliberales, como Mario Vargas Llosa, pero al final los ultraliberales lo que son es unos hijos de puta y están absolutamente de acuerdo con todo el capital financiero internacional. Vargas Llosa es un canalla, y sólo son buenas sus dos primeras novelas. La ciudad y los perros me pareció una obra maestra. Cuando mi hijo cumplió los trece o los catorce se la recomendé. La casa verde también me pareció buena. Pero a partir de Conversaciones en la catedral, que me la recomendó una escritora amiga mía, no pude más. Y cuando me dijeron: no, es que ahora tienes que leer una historia que sucede en el norte de Brasil, La Guerra del Fin del Mundo... dije que no. Yo con Vargas Llosa lo he intentado muchas veces y no me dice nada. La fiesta del chivo no la leí. Tiene una adaptación hecha por un miembro de su clan, que es un clan absolutamente mafioso, y la película me pareció espantosa, formal y temáticamente. Y desde luego cada vez que se sube al púlpito de El País los domingos para echarnos el sermón neoliberal suelo no leer nada. Acordaos que cuando las elecciones de noviembre escribió votad todos a Rosa Díez, y Rosa Díez está a mil kilómetros a la derecha del señor Aznar y de la señora Aguirre, que son lo más abyecto del mundo. Pues Marito decía que la votásemos. A mí el señor Vargas Llosa me parece lo más reaccionario del mundo en política, y literariamente inexistente. Una página de Julio Cortázar, no, una línea de Julio Cortázar para mí vale como toda la obra de Vargas Llosa. La poesía es algo que está y no está. Vargas Llosa era un arquitecto, sabía construir, pero no tenía sentido de la poesía. García Márquez no, García Márquez era un genio, pero ya está agotado.

¿Es la poesía la base de la vida?
No. La poesía es algo que circula en montones de espacios de nuestro transcurrir, pero no creo que sea la base de la vida. La poesía es uno de los valores máximos de mi existencia personal en el mundo. Es esa capacidad de transfiguración, de imantación. Eso es la poesía. A mí lo que me interesa del mundo es el misterio.

¿Conoció usted a Gonzalo Torrente Malvido?
Conocí y traté mucho a “Gonga” (así le llamábamos familia y amigos). Era un tipo excepcional y un escritor bastante considerable. Fue acaso, con Oroza, el último bohemio de verdad, como Carrere o Sawa. Habría que hacer una buena antología de cuentos, que es lo que mejor hacía.

¿Crees que la música es un arte superior a la poesía?
Sí, siempre. No tiene la sujeción semántica que tiene la poesía. El punto más alto en la sensibilidad es la música.


 Ser Beethoven o Brahms o Bach o Weber o Charlie Parker es la gloria.